Declaraciones.

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Las ojeras eran mucho más oscuras de lo que él hubiera deseado, por días había estado más que indispuesto a dormir, ella no estaba con él, tenía entendido que había ido a pasar algunos días con la familia de su mamá y él había hecho uso de toda su jodida fuerza de voluntad para no ir a donde fuera que estuviera.

Necesitaba su olor, escuchar su risa , pero sobre todo, tenerla cerca.

––Tengo sueño, no puede dormir. Y la cabeza me revienta así que dormirás conmigo esta noche. Y no es una sugerencia. ––

Abigail dio un brinco, la presencia de Abigor la inundó por completo, no lo había visto en días y aunque odiara admitirlo, lo extrañaba más que nada.

Pero iba a casarse.

Y ella odiaba la idea.

––De acuerdo.––  Alcanzó a responder en un hilo de voz.

Sin pensárselo dos veces, la cogió en brazos, en instantes sus cuerpos se hallaron en la cama, los fuertes brazos de Abigor rodeaban la cintura de Abigail. Era una posición que la hacía sentirse querida, pero también incómoda.

Los gráciles dedos de Abigail masajeaban las sienes de Abigor, ante la sorpresa de ambos, él cedió a los suaves masajes que ella le dedicaba.

––¿Qué haces? –– Cuestionó Abigor sacándola de sus pensamientos.

––Eso hago yo, cuando tengo dolor en la cabeza, consigo aliviarlo un poco…¿Está funcionando? ––

––Más o menos.––   El dolor desapareció.  ––Ya, no hace falta. Ya lo han quitado. ––

¿Quitado?. Abigail suspiró.

La comodidad y calidez que los brazos de Abigor desprendían la hizo sentirse en casa. Lo extrañaba demasiado. Una sonrisa apareció en sus labios apareció en cuanto los labios de Abigor se vieron presionados en su frente.

Se sintió extraño de manera repentina, porque él no quería simplemente darle un beso en la frente.

Un escalofrío la recorrió cuando él se separó, sin más, se dirigió hacia la cocina donde un sándwich recién materializado lo esperaba sobre la barra. La puerta semi abierta dejaba ver todos los movimientos de Abigor.

––Maldición––  Murmuró ella al darse cuenta de que la hora de tomar su medicina se le había pasado, siendo mitad bruja, necesitaba un suplemento especial, estaba hecho de yerbas, y menjurjes que sus propias tías preparaban, según le habían dicho, era para que no se sintiera como su mamá, que no sintiera que le arrancaba la energía a todos a su alrededor. Ojala fuera tan sencillo.

Abigor hundió el ceño cuando Abigail pasó a su lado, sin permiso alguno se sirvió un vaso de agua. Muy en el fondo le gustaba ver lo cómoda que ella se sentía estando en su casa, otra parte lo hacía sentir receloso, receloso de compartir su pequeño espacio con alguien más.

Sin embargo, ya lo había compartido desde la primera vez que la dejó dormir en su cama.

Un pequeño frasco negro apareció al lado de él. Parecía uno de esos que dan en medicinas, pero ella no necesitaba medicinas, no podía enfermarse.

––¿Qué es eso? –– preguntó cuándo la vió llevarse una capsula color negro a la boca. Ella solo se encogió de hombros una vez estando acostada en el sofá.

––Medicina. –– Respondió a la pregunta que siempre le hacían. ––Mi mamá dice que debo tomarlas, así que las tomo. ––

Gruñó, odiaba cuando alguien se reía después de que ella decía algo, Abigor era el principal que la hacía enojar de ese modo.

Que nadie lo sepa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora