Dibujos...

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No tenía conocimiento alguno de cuánto tiempo había pasado, solo se limitaba a levantarse de la cama para comer. Esto era horrible, no se comparaba a la vez que pasó lo de Mark. Era peor, mucho peor. Algo le faltaba. Alguien le faltaba.

Pero ese alguien la odiaba en cantidad. Y estaba segura que su presencia perturbaría la tranquilidad de ese ser. Las cosas habían cambiado tanto. No sentía la necesidad de salir, ni se había animado a salir de la cama, a pesar de los vanos intentos de su mamá por sacarla.

Incluso llegó a tomarla de los tobillos y jalarla de la cama. Solo consiguió que su mamá cayera de sentón en el suelo, porque ella se aferró tanto a la cabecera, que incluso la partió en dos.

Plan fallido mamá. Pensó.

La carpeta de bocetos se encontraba a un lado de su cama, su mano se alargó hasta que consiguió tomarla, era una habilidad, tomar lo que quería sin poner un pie fuera de la cama.

Fue pasando de dibujo en dibujo, una lágrima solitaria se extendió por su mejilla. Todos eran de él.

Abigor se encontraba plasmado en cada una de las hojas en blanco. No tenía idea de cómo se las había arreglado para que el expresara miles de gestos. Incluso sonreía. Cosa que rara vez había hecho frente a Abigail.

Y aun así, estaba mucho más guapo que de costumbre.

Sus manos apretujaron la carpeta, no sabía hasta cuando lo volvería a ver, y dadas las situaciones en las que se encontraban, era posible que nunca más lo volviera a ver. Y eso le daba miedo. Sin que se diera cuenta, Abigor se encarnó dentro de ella, y temía que desapareciera.

Tres cambios había recibido ya la cama, la sangre no dejaba de colarse por las heridas, ya ni siquiera tenía la fuerza necesaria para levantarse de la cama. Había dejado que su demonio saliera, de ese modo podía sanar las heridas con más rapidez. Tampoco se había bañado, no le veía el caso cuando no estaba con el humor para poner un pie fuera de la cama. Solamente quería seguir durmiendo.

“Carajo, parezco todo una señorita en plena ruptura de relación”, pensó. ¿Y no era eso lo que había pasado? Su intento de amistad con Abigail había quebrado, ahora no podía ni acercarse un milímetro a ella, sería devorado por el perro de su padre.

Y vaya que se lo había buscado. Y ella le pidió disculpas.

Y él la ignoro.

¿Acaso estaba jugando con su mente?

Era una niña torpe, pero no era mentirosa, estaba seguro que ella no tenía nada que ver, el tono de su voz, lo sorprendió, nunca nadie se había mostrado preocupado por el.

O tal vez era el remordimiento.

“Cállate ya, maldito subconsciente” se dijo así mismo.

Su cuerpo quedó boca arriba, era la única posición en la que podía ponerse para que las heridas en su pecho no dolieran tanto, le quemaban. Y no podía siquiera pensar mal de Abigail porque el nombre ardería causándole dolor.

El viento a su alrededor se arremolinó, maldijo internamente al sentir la energía frente a él. No quería ver, si era nuevamente Alastor, usaría lo poco que quedaba de sus poderes y terminaría con él. Después de todo, estaba en sus propiedades.

El brazo que cubría los ojos de Abigor cayó a un lado de la cama, sus ojos se abrieron de par en par al ver a la persona de pie poco lejos de su cama. Imposible.

Ella estaba ahí, parecía sacada de un cuento con el cabello ondeando y el rostro de ángel, y tenía ojeras, su pálida piel revelaba aquellas noches que había pasado llorando, incluso podía oler la sal de las lágrimas recientes.

Que nadie lo sepa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora