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Willow Dixon

No suelo ser alguien que llora o anda dando pena por cualquier lado. Cuando lloro, lo hago en secreto y solo lo hago si es algo por lo que vale la pena llorar.

Me impuse esa regla a mis 5 años cuando Mouse llegó enojado por algo que salió mal en un negocio. El empezó a golpearme y yo solo lloraba y lloraba hasta no más poder. Ese día me di de cuenta de que no quiero ser una débil de mierda que solo da pena.

Por eso, a mis 6 años, le pedí a Mouse que me enseñara a usar la pistola y que me enseñara todo lo que tuviera que ver con las drogas. Por eso sé tanto hoy en día. Logre convencerlo con la excusa de que si llegara a entrar alguien a la casa sin avisar y el no estaba, ¿como me iba a proteger?

Realmente nunca me agrado esta vida, la detesto y quisiera que fuera totalmente diferente, pero ni modo, esto es lo que me toco.

Me mire en el espejo por última vez antes de salir de mi habitación. Llevaba puesto una falda y un top color amarillo que venían en conjunto. De zapatos llevaba unas tenis grises.

Fui al comedor y tome mi mochila blanca. Son eso de las 9:00 p.m. y iré a una fiesta a vender algunas drogas. Usualmente vendo más allí ya que siempre están los adolescentes drogadictos.

—¿Ya te vas? —pregunto Custer quien estaba sentado en el sofá grande.

—Voy a vender estas mierdas —dije mostrándole el bulto—. ¿Por qué? —fruncí el ceño.

—Ten cuidado y no permitas que nadie te toque —me señaló en forma de advertencia.

—Nunca dejaría que alguien me haga daño, Custer —dije algo obvia.

—Ya sabes cómo son los viejos de hoy en día —soltó un gran suspiro—. Cuídate, ¿si?

—Bien —sonreí un poco.

Me coloqué la mochila y salí de la casa. Me monte en mi bicicleta y emprendí camino al lugar de la fiesta.

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Llegue a la fiesta y la gente estaba alborotada.

Algunos se besaban, otros tenían sexo, otros se drogaban, algunos bailaban y bebían. Lo común en una fiesta.

Me adentre más a la fiesta y me topé con Nate Jacobs.

¿Que puedo decir de él?, es un gran idiota, pero aveces me cae bien. Muy de mil en cien. El sabe lo que hago, digo, muchas personas lo saben, y como la mayoría, al principio se sorprendió.

—¿Vienes a pasar el rato o a vender tus mierdas? —pregunto mientras bebía de su cerveza.

—Vengo a vender, soy mujer de negocios —bromeé.

—Me he dado cuenta —soltó una risita.

—¿Y tu novia? —pregunte buscando a la latina.

—Nos dejamos. —Tenso su mandíbula—. Estoy haciendo lo posible para que vuelva conmigo —sonrió con orgullo.

—Esa relación no va para nada bueno, pero es tu decisión. —Me encogí de hombros.

La verdad es qué hay demasiados rumores sobre lo abusador que es Nate o sobre lo mala que es su relación con la latina. No recuerdo su nombre, creo que era Mali o Maddy, algo así. El punto es que no me meto mucho en esa área, prefiero evitar problemas.

Maldita G-Ashtray Donde viven las historias. Descúbrelo ahora