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Aún dormida en el hombro de Ran, este te carga estilo nupcial, para después llevarte lejos de lo que haría.
Cuando te pone en un lugar seguro, su lugar seguro, que era un pedazo de inframundo donde el reinaba, y ningún otro demonio tenía control sobre ese lugar, así que nadie podía hacerte daño.
Te deja ahí, para luego ir con Raziel, este aún amarrado al tronco del árbol mantiene la cabeza baja sin articular ninguna palabra.
— Piensas decir algo o te quedaras ahí callado
Había Ran con burla y autoridad, aquel no mueve ningún musculo.
— ¡Te estoy hablando joder! — exclama enojado Ran
— Largate... Antes de que te mate
Raziel estaba enojado, decía lo primero que se le venía a la mente, sin saber que en realidad no podía tocar a Ran.
Las cadenas que lo mantenían sujeto al árbol era algo que el no podía romper con facilidad, y si lo haría se quedaría sin fuerzas para atacar al demonio.
— Dudo mucho que puedas tocarme — dice con burla Ran
El demonio tenía control de total de las cadenas, y en rápido movimiento hizo que estas apretaran aún más el cuerpo de Raziel.
Un grito de dolor salió de los labios del ángel, por su mente no podía pasar nada más que tú.
Te quería ver bien, no te quería en manos de Ran, no quería que usará tu cuerpo así como lo uso enfrente de él, pero las fuerzas eran pocas, y sabía que no vería luz del día otra vez.
— Bien, es hora de divertirnos
Exclama entusiasmado Ran, sigue apretando las cadenas, saca sus uñas, una uñas filosas y largas que siempre mantenía ocultas, seguido de eso lo pasa por el pecho de Raziel, rompiendo si armadura de ángel de guerra y de paso lastimados el pecho de este.
Mete aun más su mano en el pecho de Raziel, hasta que llega al corazón, toma el corazón con su mano y lo jala arrancandolo del pecho de Raziel.
Escupe sangre y deja un hueco en su pecho, claro pero eso no lo iba a matar.
Para matar a un ángel había que profundizar su alma y destrozarla, no el cuerpo físico.
Ran abre un pequeño portal donde tenía armas malditas, toma una de ellas y recita un conjuro.
Para luego apuñalar el pecho del ángel, perforando el alma, aquella alma pura que Dios le había dado se había destrozado en cuestión de segundos.
— Qué linda vista, que lastima que mi angelito no se encuentra aquí — canturrea Ran
Raziel vuelve a escupir sangre, sus ojos empiezan a perder el brillo, dejaba de hacer el intento por querer escapar, de sus alas atadas le empezaron a caer sus plumas y poco a poco se desvanecían en el aire.
Y poco a poco el cuerpo sagrado que Dios le dio a Raziel empezó a desintegrarse, y lo único que quedaba eran cenizas blancas del cuerpo y alma de Raziel.
Raziel esparce las cenizas blancas y va al lugar donde estabas, mientras tanto ya hace rato habías despertado.
Estabas encerrada en una jaula grande, los barrotes eran negros y cada vez que querías tocarlos le daba un pequeño toque eléctrico.
Viste a Ran entrar por un portal con sangre en la ropa, no te novias ya que si te acercabas a los barrotes te iban a hacer daño.
— Mi lindo angelito...
Murmura Ran con ojos de loco enamorado, se pone de cuclillas frente a la jaula, toca los barrotes pero estos no le hacían daño, una sonrisa está en su rostro mostrando los colmillos.
— Angelito, ya nadie podrá separarnos... — susurra Ran
— Ran... Sacame de aquí, estos barrotes me lastiman
Le dices suave y bajo, veías a todos lados, sin duda el inframundo un lugar que no habías conocido, todo era oscuro y la única luz que había era del fuego que emanaba del subsuelo.
Sin contar la cantidad de cadáveres que había ahí mismo.
— ¿Prometes no huir? — pregunta Ran
— Lo prometo...
Ran abre la jaula y de inmediato corres a sus brazos, poco a poco empezabas a depender emocionalmente de él.
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