Hay muchas formas de ahogarse.
No sé por qué asociamos esa palabra con la idea de estar sumergidos bajo el agua. El agua no es lo único que puede dejarte sin oxígeno.
Al final del día, el oxigeno también es un privilegio, sin embargo las personas a veces somos así, pensamos que el aire es un derecho, y lo subestimamos.
Nos ahogamos con cigarrillos, con el desperdicio de nuestros propios autos, con deudas. Nos asfixiamos con relaciones, trabajos, miedos y hasta con sueños.
Siento que 2020 nos enseñó mucho sobre lo que significa respirar, en todos los sentidos posibles.
En 2020 fuimos una raza extraña de fugitivos, huyendo de nosotros mismos, escondiéndonos, ocultos, encerrados. Encontrándonos adentro, en algunos casos hallando fuerzas, desempolvando sueños, llorando.
En mi caso, yo me enamoré, y no porque no tenía otra cosa mejor que hacer, me enamoré porque en 2020, cuando el mundo comenzaba a caerse a pedazos, alguien me enseñó que las ruinas también podían ser hermosas. Después de años de soledad, por fin volví a animarme a confiar.
Entonces pensé que yo lo había entendido, que ya había aprendido lo que necesitaba aprender sobre esta lección del universo en este bendito año apocalíptico y caótico.
Pensé que cuando 2020 se iba terminando por fin inhalaría en paz, y sin embargo aquí estoy, tendida sobre mi propia espalda, oyendo el aire salir de mi boca y mi nariz con un silbido poco saludable y la parsimonia de algo que sabe que no va a volver.
Esta es la realidad: Me falta el oxígeno, me estoy ahogando, escucho gritos a mi alrededor, manos extrañas sobre mi cuerpo, pero me siento como si estuviera lejos, como si estuviese bajo el agua pero no lo estoy.
Estoy muriendo, lo sé. Así que decido, porque puedo, que lo último en lo que quiero pensar antes de no tener más pensamientos, es en él.
Escucho el sonido de su respiración, casi puedo recordar lo que se sentía tocarlo, mirar dentro de sus ojos por una eternidad, antes de que el mundo se me apague.
Me equivoqué en muchas cosas pero con él no me equivoqué, aunque quizás no lo vaya a saber jamás.
En mis ojos la luz oscurece y pienso: Ojalá...ojalá...
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Ojalá
RomanceEzequiel siempre creyó en la teoría del hilo rojo que une la vida de las personas que están predestinadas a conocerse, por eso cuando la vé en instagram y la reconoce, le es muy fácil creer en su propia suerte. La agrega a sus contactos porque sabe...