From enemies to mates

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Me río por lo bajo y escribo mi respuesta. Tom es más baboso de lo que pensaba cuando quiere entrar en las bragas de una chica. Envío mi mensaje y guardo el teléfono en el bolsillo. Durante el fin de semana estuvimos hablando y mandando fotos, y debo decir que lo veo bastante comprometido con esta chica.

Luego de la fiesta, Tom logró separarnos a Harrison y a mí. Sin embargo, Harrison había sido atento y me había invitado a salir nuevamente el sábado. Salimos a caminar por el centro, cenamos una comida deliciosa, y al final del día, me dejo en la puerta de la residencia, y volvimos a besarnos. Posterior a eso me sentí inspirada para molestar más al indeseable de su amigo.

Lenna seguía con su perorata de que Tom sabía su nombre y aquello era el paso previo a follar. Para mí, es el paso previo a ser conocidos, pero no pude bajarla de su nube.

Entro a clases y como siempre me siento en segunda fila. Nuevamente el típico bullicio que sigue al idiota de Tom me hace notar su entrada, pero no le presto atención y sigo ensimismada en mis notas de la última clase y el resumen que he hecho de la tarea que la profesora nos ha enviado.

—¿La princesita sigue molesta por su derrota el otro día? —pregunta a mi lado. De mala gana lo miro.

—Sí, fue tan lamentable, suerte que tu amigo fue a consolarme el otro día —le respondo con todo el veneno que puedo. Su expresión arrogante no se inmuta en lo más mínimo.

—Sí, Harrison suele hacer caridad los sábados —replica. Aprieto los puños. Imbécil de mierda.

—¿De nuevo estás buscando tu cerebro que estás acá? Yo volvería a la casa de tus padres, mejor aún, le pediría a un doctor que lo buscara en el útero de tu madre —escupo. Me fulmina con la mirada.

—No, estaba buscando tu dignidad, claramente necesitas ayuda —contrataca.

—Si la necesitara, de seguro no le pediría a alguien que en vez de neuronas tiene algodón de azúcar en su cerebro —espeto, ya siento que me hierve la sangre. Juro que tiene un don para ponerme de mal humor. Abre la boca para responderme cuando la profesora entra y gruñe al vernos a los dos peleando.

—Ustedes dos de nuevo —dice molesta. Tom se sienta y yo me enderezo. Maldito Holland, gracias a ella la profesora me odia. Camina hasta su escritorio, dejando su libro encima, y se quita las gafas, mirándonos—. Muy bien, como parece que les gusta tanto debatir, el siguiente proyecto será en parejas, y ustedes estarán juntos.

—¡¿Qué?! —gritamos al unísono, la clase se ríe.

—Y no quiero oír ni pío de ustedes, o tendrán que realizar todos los trabajos grupales juntos —finaliza, y se voltea para encender el computador.

Boquiabierta miro al idiota y gruño.

—Esto es tú culpa —mascullo. Frunce el ceño y aprieta los dientes.

—Yo no te obligué a ser una princesa desagradable y orgullosa —replica en voz baja.

—Muy bien —dice la profesora, nos quedamos en silencio, esperando que no nos haya escuchado—, el trabajo será sobre alguna obra de Shakespeare...

—Ya que no hemos podido elegir nuestro compañero, creo que sería justo que pudiésemos elegir la obra —le interrumpe Tom—, propongo Hamlet.

—Por supuesto que propones esa —ruedo los ojos y miro a la profesora—, creo que sería mejor que hiciéramos Otelo.

—Hamlet trata de la venganza, por supuesto que tú te irías por una romántica —replica.

—Otelo no es romántica, es trágica y...

—¡Suficiente! —exclama la profesora, la miro aterrorizada—, harán la que yo diga. Y como parece que les gustó tanto discutir de esto, harán Romeo y Julieta. Como vuelvan a interrumpirme, cumpliré mi promesa. Ahora, silencio.

Resoplo enfurruñada y vuelvo mi atención a mi Tablet. Esto no puede ser peor.

—Ahora no tienes excusas para hacerte la encontradiza conmigo —susurra a mi lado. Refunfuño y lo ignoro. Como lo odio.

Mi teléfono vibra y veo que es un mensaje de Lenna. Al parecer, nuevamente nos han filmado, y hay memes de nosotros donde nos shippean. Pongo los ojos en blanco y lo guardo en mi bolsillo. Esto va a ser una tortura medieval.

La clase termina y yo me siento desanimada, no puedo creer que haya quedado en esta situación.

—Princesita —me llama Holland, lo miro con cara de pocos amigos—. Podemos ir a mi departamento a hacer el trabajo, prometo que podemos ver Netflix... un rato.

La gente que pasa a nuestro lado se ríe, yo siento mis mejillas arder de la rabia.

—No voy a pisar tu nido de ETS —replico—, trabajaremos en la biblioteca.

—Pero ahí apenas podremos hablar.

—Exacto.

Me levanto y paso a su lado, golpeándolo al pasar. Lenna estará emocionada por esto, pero yo solo veo que es el inicio de unas horribles semanas.

Intercambio de miradas (Tom Holland y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora