The intruder

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Era bastante agradable que, por fin, Tom fuera el que estuviese siendo el causante de las risas en nuestra clase. O más bien de todo el campus. Mejor dicho, todo el mundo. En fin, las siguientes dos semanas fueron duras para su ego, y aunque al principio sentí cierto regocijo con ello, una pequeña, pequeñísima, ínfima parte de mi ser, se sentía ligeramente culpable. Solo un poco. Muy leve. Y ni siquiera era por la cara de odio que tenía cuando me miraba los primeros días, o las puñaladas que me daban sus ojos cuando iba a ver a Harrison, tampoco su voz cortante y hosca cuando, obligados por el trabajo de clases, debíamos dirigirnos la palabra.

No, nada de eso. Hasta era casi un agrado que no me hablara ni molestarme. Casi, porque una pequeña parte de mí (aún más pequeña que la parte que se sentía culpable) "extrañaba" (énfasis en las comillas) nuestras discusiones en clases. Eran, en cierto sentido, vigorizantes.

Pero no era él ni yo quien me hacía sentir aquella culpa. Era Harrison, y su cara de perro degollado cada vez que, al estar ambos presentes, el ambiente era más frío que en la Antártica.

Así que, un tanto forzada para tener mi relación en paz, accedí a una comida con el idiota ese. Y fue más agradable de lo que pensaba, al menos se comportó durante diez minutos seguidos (algo que no había presenciado desde que lo conocí). Y comenzamos a volver a nuestra normalidad de discutir por existir. Lo bueno, es que sus comentarios insinuantes se detuvieron. Aparentemente si respetaba a su amigo, supongo que era verdad que creía que no estaba interesada. Lo malo, es que seguía siendo un insufrible de los cojones que no perdía la oportunidad de hacerme rabiar. Era sorprendente lo idiota que podía llegar a ser sin siquiera ser un estúpido fuckboy. Y lo segundo malo, era que ahora que nos "soportábamos", solo en presencia de Harrison por supuesto, era como un chicle pegote a nosotros. ¿Harrison me invitaba a comer? ahí estaba él, con la chica de turno. ¿Película en su casa? El llevaba las palomitas. ¿Almuerzo? Con él. Casi lo veía más que a Harrison. Y no tenía duda alguna de que aquello era a propósito. No podía ser de otra forma. Veía su sonrisa fanfarrona cuando veía que se acercaba junto a Harrison en el casino. Lo disfrutaba.

Claro, no podía vengarse con todas las de la ley por lo que había hecho, habíamos hecho un acuerdo de paz implícito por el bien de su amigo. Pero esto era una pequeña venganza que estaba comenzando a colmarme la paciencia.

No era solo que me desagradara verlo tanto. Era que no tenía tiempo a solas con Harrison. Ningún. Puto. Minuto. Nada. Todo era con él. Estoy segura que, de haberme quedado a dormir alguna de las veces que me invitó, él hubiese estado en la cama con nosotros.

Así que, por ende, no habíamos follado aún. No tenía tanto apuro en un principio, Lenna decía que debía "cerrar el trato", pero no me molestaba. Al principio. Ahora, que veía que Tom era una sanguijuela pegada a la piel y succionando sangre, me parecía imposible poder siquiera pensarlo. Y mis necesidades biológicas, como decía Lenna, comenzaban a hacerse notar. Sobre todo cuando los besos comenzaban a subir de temperatura y sentía el torso musculoso de Harrison, o cuando, al quitarse el sweater, se le levantaba la camiseta, dejando ver sus oblicuos y abdomen marcados.

Pero no todo estaba perdido. Lenna iba a hacer el sacrificio de quedarse fuera esta noche para que por fin pudiese tener un tiempo a solas con Harrison. Había planeado meticulosamente esta noche para engañar a Holland, haciéndolo creer que iríamos al cine con él. Y a último minuto le había dicho a Harrison que si podía ayudarme con los estantes del armario que se habían caído. Justo en el momento en que, sabía, Tom estaría en la biblioteca. ¿Cómo lo sé? Porque yo misma le había dicho que nos juntáramos allí para discutir lo del trabajo.

Así que ahora estaba usando mi vestido más ceñido, con unas pantys oscuras y botas bucaneras. Había utilizado un pequeño conjunto rojo que había comprado especialmente para una ocasión así. Aún no me decidía si me sentaba en la cama, o me recostaba. Mientras pruebo poses, mi teléfono suena. Veo la pantalla, un mensaje del idiota. Lo ignoro. Vuelve a sonar. Una, otra, y otra vez.

Intercambio de miradas (Tom Holland y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora