Coffee with a cute guy

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Termino de colocarme mascara de pestañas y me miro al espejo. Con unas medias negras semitransparentes, unos shorts de terciopelo rojo oscuro y una blusa de manga larga con transparencias de color negro, me gusta como me veo. Me siento al borde de mi cama y me coloco mis botines de plataforma.

La puerta de la habitación se abre y entra Lenna con la mirada fija en su teléfono. Me pongo de pie y cojo mi bolso. Lenna parece un robot caminando hasta su cama y sentándose, sin despegar por ningún segundo sus ojos de la pantalla. Frunzo el ceño.

—¿Qué te pasa? —pregunta. Lenna es de las que odia mirar el teléfono cuando camina, ya que cuando tenía dieciséis chocó contra un poste al hacerlo, rompiéndole un diente. Aquello la dejó traumada.

—Estás en Instagram —replica con voz monótona. Ruedo los ojos.

—Claro que sí, sabes perfectamente mi cuenta.

—No, —levanta la cabeza y me muestra su teléfono—, estás en un video viral de Instagram

—¡¿Qué?!

Le quito el teléfono de las manos y lo veo. Santa mierda. Alguien grabó mi discusión con Tom y no deja de ser comentado. La mayoría es de gente que ama a Tom, algunas pocas personas comentan mal de mí, pero otros preguntan por quién soy, incluso...

—¡¿Nos shippean?! —pregunto, pegando el grito en el cielo. Lenna asiente.

—Esto es indignante —murmura, negando con la cabeza. Vuelvo a mirar el teléfono.

—Ya lo creo —suspiro.

—Tú lo odias. Deberían shippearme a mí. Tomenna, Letom, Tonna —se queja. La miro con cara de pocos amigos. A veces, Lenna tiene serios problemas cognitivos.

—Ya me estaba preguntando por qué habían comenzado a subir mis seguidores. Pensé que era mi foto junto al guardia real en el palacio de Buckingham —comento, haciendo una mueca. Lenna rueda los ojos.

—Todos tienen fotografías con esos cuando van a Londres —replica ella.

—No haciéndoles un twerk —replico.

Pone los ojos en blanco. Se levanta, me quita el teléfono y se acerca al espejo, sacándose la chaqueta.

—¿No es hora de tu cita? —pregunta. Miro la hora, ya voy tarde.

Demonios —digo en español. Me acerco a coger un suéter de la percha—. Te veo en la noche.

—O tal vez no —dice, mirándome con expresión insinuante. Ruedo los ojos y me rio.

—Tonta.

—Tu más.

Salgo casi corriendo de la habitación. Es un hermoso día de comienzos de otoño, las hojas comenzando a teñirse de naranja, las nubes cubriendo parcialmente el cielo. Salgo del campus y camino hasta el pequeño bar en que había quedado con Harrison. Miro para todos lados antes de cruzar, ya he tenido una mala experiencia en cruzar gracias al tonto de Tom Holland.

Entro al bar y diviso a Harrison en una mesa. Al verme sonríe y se levanta. Suspiro y me acerco a él. Le saludo con un beso en la mejilla.

—Lo siento, se me ha hecho tarde —me disculpo. Mueve la silla para que me siente.

—Descuida, han sido solo unos minutos —replica. Se sienta frente a mí—. Vi por ahí que ahora eres famosa.

Mi sonrisa se desvanece y gruño. Él ríe.

—¿Cómo lo vas a hacer para odiar a la "especie"? ¿Te odiarás a ti misma? —pregunta bromeando. Lo miro e intento no sonreír, algo imposible con su adorable rostro.

—Probablemente —digo, siguiéndole el juego, suelta una carcajada.

—Ha sido una discusión intensa —comenta.

—Tu amigo es muy cabezota —explico.

—Claro, y tú no —se burla. Entrecierro los ojos.

—No me provoques Harrison, mira que tu especie sigue sin agradarme, y puedo cambiar de opinión de ti en menos de un segundo —le advierto, a modo de broma. Se inclina ligeramente hacia delante.

—¿No querrás decir nuestra especie? —pregunta, arqueando una ceja. Aparto la mirada, intentando no sonreír. Este chico me agrada más y más.

El mesero llega y pedimos un café con algunos pasteles y panes dulces. Comenzamos a hablar de nuestra vida. Parece sumamente interesado en mi vida en Latinoamérica. Luego hablamos de su infancia, sus trabajos, mi carrera. No sé en qué punto oscureció y comenzamos a hablar de cosas paranormales que habíamos experimentado.

—Nunca más volví a subir el segundo piso de la casa de mis abuelos —dice. Me rio.

—Yo no hubiese vuelto a su casa sin el mismísimo papa preparado para exorcizar la casa —comento, se ríe a carcajadas.

—El papa estaba ocupado ese día, no podía atenderme —bromea él.

Me rio aún más y juego con un trozo de la bolsita de azúcar que abrí para endulzar mi café. Sus dedos rozan los míos y miro nuestras manos juntas. Levanto la mirada y observo sus ojos azules. Me gusta conversar con él, siento que puedo hablar de cualquier cosa. Digo, estamos aquí hablando de fantasmas, hace unos minutos hablábamos de Trump y su política de mierda, y antes de eso, de la evolución humana. Es como si estuviésemos en la misma sintonía.

—¿Qué hay de ti? ¿Volviste a ir a la casa de tu amiga? —pregunta.

—Ni de coña —replico, haciéndolo reír—. Al poco tiempo se cambió, menos mal. Si no hubiese llevado un crucifijo a las pijamadas.

Sus dedos rozan los míos, aparto la mirada, sonrojada. Nos quedamos unos minutos en silencio hasta que mi teléfono suena. Es un mensaje de mi madre. No le responderé ahora, pero al ver la hora, me doy cuenta de lo tarde que es.

—Debo irme —le digo a Harrison, haciendo una mueca.

—Te acompaño —me dice—, soy tu escolta personal ¿no?

Sonrío.

—Si es lo que quieres.

Pagamos la cuenta mitad y mitad. Salimos al aire nocturno, nuestras manos rozan y entrelazamos nuestros dedos. Aquel gesto, que puede parecer pequeño, me hace sentir mariposas en mi estómago.

Había algo acerca de la noche, los faroles iluminando el camino y los grandes y hermosos arboles del campus. Tal vez era solo yo, pero sentía el romance en el aire. Sin embargo, al mirar a Harrison, me hacía pensar que no era solo yo.

Nos detenemos en la puerta de la residencia. Volteo a mirarlo, de pronto me siento algo nerviosa, y no puedo dejar de morder mi labio.

—Lo pase muy bien —dice en voz baja. Sonrío.

—Yo también.

Nos quedamos en silencio, mirándonos. Sus ojos bajan a mi boca, y luego vuelven a mis ojos. No sé cómo actuar, él me paraliza. Se inclina ligeramente, yo cierro los ojos y siento sus labios posarse sobre los míos.

Su boca es suave. Entreabro los labios y él sigue el movimiento. Es un beso tierno, romántico, tal como él. Siento las mariposas liberarse en mi estómago.

Cuando finalmente se va y nos despedimos, no puedo evitar sonreír de oreja a oreja, y suspirar con aire soñador.

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Harrison <3

¿Cómo sería su ship con Hazza?

Intercambio de miradas (Tom Holland y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora