Enemy at the gates

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Sin despegar mis ojos de la pagina de libro, anoto con mi mano izquierda sobre el cuaderno lo que me parece importante. Debo entregar un ensayo sobre inspiración del realismo mágico de García Marquez en "La casa de los espiritus" de Isabel Allende, un libro que me he leído decenas de veces, al igual que "Cien años de soledad". Siempre nerd, que puedo decir.

La alarma para tomar mis pastillas anticonceptivas suena, resople y la apago. No puedo creer que ya sean las nueve de la noche. He estado tres horas pegadas leyendo minuciosamente. Miro mi mano y gruño por lo bajo. Siempre lo mismo, los zurdos estamos destinados a ensuciarnos con tinta cuando escribimos. Me quito las gafas y me levanto. Me acerco a mi mesa de noche y saco del cajón mis patillas. Tomo el vaso vacío que esta encima y me encamino al baño comunitario.

Saludo a un par de personas al pasar, sin prestar mucha atención a quienes son en realidad. Estoy mentalmente agotada. A pesar de haber leído ambos libros en variadas ocasiones, la cantidad de referencias es impresionante, y yo las había subestimado con creces. No solo eso, sino que además de encontrar las referencias tengo que darles su interpretación. Por cada una de ellas. Y finalmente, dar una conclusión. ¡Dios! Este fin de semana voy a ser una rata de biblioteca.

Lleno mi vaso con agua y tomo mi pastilla. Me miro al espejo. Mi cabello sucio enmarañado en un moño alto, mi mascara de pestañas, a pesar de ser a prueba de agua, a dejado una pequeña linea bajo mis ojos, mis labios están resecos, y noto una espinilla incipiente en mi mentón. Lo peor, es que me quedan varios días en este estado deplorable de auto cuidado.

Tomo toda el agua del vaso y vuelvo mi camino de vuelta a mi habitación. Lenna iba a quedarse hasta tarde en el laboratorio, pero creo que debe estar por volver. Distraída por las frases sueltas de ambos libros de mi cabeza, me toma por sorpresa ver que alguien está fuera de la puerta de mi habitación. Me detengo en seco, no solo por mi aspecto, sino porque quien está ahí no es Harrison, sino su desagradable amigo.

Gruño por lo bajo. Él me ve y una sonrisa de oreja a oreja se forma en sus labios, con aire socarrón.

—Parece que a la princesita se le está agotado el maquillaje —bromea. Me acerco y lo empujo con mi cuerpo para abrir mi puerta.

—Me encanta cuando hombres imbéciles como tu comentan sobre mi aspecto —suelto con sarcasmo. Levanta las manos.

—Cierto, es desconsiderado de mi parte —admite. Abro la puerta—, sigues viéndote bellísima.

Me volteo y levanto una ceja, apoyando una de mis manos sobre mi cadera.

—Incluso con esa mancha de café en tu camiseta —señala.

Mi cara cae de la vergüenza y veo de inmediato la gran mancha que tengo en mi camiseta blanca. Demonios. Él se ríe.

—¿Que hace acá, Holland? ¿Te aburriste de masturbarte solo en tu habitación? —pregunto mordaz. Frunce el ceño al escuchar las risitas de unas chicas que pasan a nuestro lado.

—No, vine a buscar a tu amiga —responde serio. Arrugo el entrecejo.

—¿Lenna?

—¿Ah? —Lenna aparece tras nosotros, de inmediato se sonroja al ver a Tom y se le caen sus cuadernos—. H-hol-a —tartamudea. Tom sonríe despampanante.

—Hola —Lenna se queda mirándolo largo rato, mientras yo no puedo disimular mi disgusto. Tom señala los cuadernos—. ¿No vas a recogerlos?

—Oh, s-si —replica, y se agacha a recogerlo. Tom, fingiendo caballerosidad, se agacha a su lado y la ayuda a recoger sus cosas en una pila de cuadernos.

—Lenna —susurra Tom, con voz seductora. Yo sigo sin poder moverme, en shock. Mi amiga levanta la cabeza, parece un tomate de lo roja que está.

—¿Si? —pregunta nerviosa.

—Quería saber si te gustaría ir conmigo a cenar mañana —suelta. Mi mandibula cae al suelo.

—¿Qué? —pregunta, vuelve a botar los cuadernos.

—Una cita —aclara Tom, voltea a mirarme y me guiña un ojo antes de volver a mirarla a ella—. Los dos solos.

Pedazo de...

—Si —responde Lenna con una sonrisa tan grande que llega a dar miedo. Terminan de acomodar sus cuadernos y se levantan—. Me encantaría.

—Perfecto. Nos vemos mañana a las ocho, espérame aquí en la residencia —sentencia Tom. Se inclina, besa su mejilla, y se va, no sin antes darme una sonrisa socarrona.

Plaf.

Los cuadernos de Lenna vuelven a caer al suelo y salta a mis brazos, gritando de la emoción.

—¡Oh por Dios! ¡tengo una cita con Tom Holland! ¡Tom Holland me pidió una cita! ¡Voy a follar con Tom Holland!—grita en mi oído, dejándome sorda.

Un trago amargo recorre mi garganta. Por alguna razón, esto me molesta, y no solo porque creo que el idiota este jugando con mi amiga. No, hay algo más. Él esta jugando un juego, y no tengo idea si voy perdiendo o ganando.

Intercambio de miradas (Tom Holland y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora