El pequeño hotel de las delicias
Desde la última vez que habían tenido aquella conversación sobre la temporada de verano y que ella no sabía qué iba a hacer después, que posiblemente regresaría a su país, habían pasado tres meses y medio.
La apertura del hotel había sido un éxito, aquel fin de semana romántico tuvo miles de parejas disfrutando de las instalaciones, las comidas y los paisajes que le ofrecía tanto el establecimiento como el centro de la ciudad y sus alrededores.
Los huéspedes estaban muy contentos y satisfechos con la atención que habían recibido, y Estrella le ofreció a cada pareja dejar un mensaje en el libro del hotel que estaba en la entrada de la recepción, tanto de sugerencia para mejorar como lo que habían experimentado en aquel fin de semana.
Aquella noche, los padres y nonnos de Valerio habían llegado al hotel para cenar con él en el jardín de invierno que daba en la parte trasera con vistas a una pequeña parte del océano y matas con flores que habían abierto sus pétalos para recibir la primavera desde hacía unas semanas atrás. El jardín externo tenía farolitos colgantes y el techo del invernadero colgaban lucecitas tenues para hacer más agradable el lugar. Sobre la mesa había tres pequeños buqués de flores con velas individuales encendidas y la vajilla completa estaba puesta como así también el lindo mantel de color verde claro.
—Qué linda está la mesa —dijo contenta Estrella—, ¿suelen venir a cenar con vos?
—De vez en cuando sí —le mintió un poquito.
Era al revés, él era quien hasta el año anterior visitaba a sus abuelos y a sus padres en el hotel. Y, aquella noche iba a ser la primera vez que se cambiarían los roles, y Valerio ya le había advertido a su familia que no tocaran el tema del dueño del lugar porque su empleada no sabía nada del asunto.
—Qué lástima que no viene tu amigo, por lo menos para que vea cómo de lindo está su hotel y que pruebe también las delicias que cocinas —sonrió feliz y lo miró levantando la cabeza hacia él.
—Otra vez será —admitió—, incluso creo que es mejor que no venga, así no tengo competencia —rio, confesando algo que había tenido casi atorado desde que la vio por primera vez dentro del avión.
Estrella quedó muy sorprendida ante su sinceridad, no había sido una declaración directa, pero estaba bastante segura de saber que Valerio gustaba de ella, porque de otra manera no habría dicho lo que le acababa de escuchar de su propia boca.
—Voy a darme una ducha y a vestirme decente —fue lo único que le dijo y giró en sus talones para salir del invernadero y cruzar el tramo al aire libre que conectaba el recinto con el pasillo de las habitaciones.
Aún dentro del jardín de invierno, Valerio se auto insultaba por ser un imbécil en no decirle la verdad y declararle lo primordial, que gustaba de ella.
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El pequeño hotel de las delicias ©
General FictionEstrella cree que la vida en el extranjero es color de rosa y con una decisión apresurada se embarca en un viaje que le hace ver la realidad de las cosas. Tras unos meses de luchar por sus sueños y saber que todo es en vano, se plantea regresar a su...