Tropea, Italia
Estrella se levantó temprano para acomodar un poco el cuarto y parte de la recepción, sobre todo el mostrador principal el cual lo había dejado un poco desordenado el día anterior y no quería que el dueño o bien el chef viera la desprolijidad y se lo dijera a Giuliano. Tenía que ser ordenada si quería mantener el trabajo porque no estaba en su casa y mucho menos en su habitación donde de vez en cuando lo tenía desacomodado.
—¿Lista para ir al centro? —le preguntó y ella se giró para mirarlo.
Valerio era impresionante, no solo su altura destacaba, sino que sus enigmáticos ojos le hacían cositas raras en su estómago y la dejaba suspirando cada vez que le hablaba. Quedó muda cuando él le clavó la mirada en la suya y sintió como si el tiempo se había detenido entre ellos.
—¿Estrella? —Él también se incomodó un poco porque realmente sentía lo mismo cuando era observado por ella.
—Perdón —se excusó agachando la cabeza estando avergonzada—. ¿Qué me decías?
—Si estabas lista para ir a la imprenta.
—Sí, ¿tenés auto o vamos caminando?
—Es bastante lejos para ir a pie, así que, iremos en moto.
—¿En moto? —Abrió más los ojos sorprendida.
A la argentina le daban un poco de miedo los vehículos de dos ruedas.
—¿O tienes miedo?
—No me gustan mucho, pero me la aguantaré —rio para no quedar como una miedosa.
Cuando salieron del hotel teniendo en las manos de la joven los papeles necesarios y una copia digital de los diseños caminaron hacia el estacionamiento donde pronto aparcarían los vehículos de los huéspedes.
—Ah bueno, no es una moto al estilo Harley-Davidson o de esas —habló un poco aliviada.
—¿Me ves montado en una de esas? —quiso saber con curiosidad.
—Sinceramente no, pero cada uno, con sus gustos, ¿no?
—El escúter es ideal para viajar entre pueblitos y ciudades cercanas, y para ir al centro de Tropea, ya que no es tan grande, y aquí la mayoría de las personas usa coche o escúter.
—Prefiero una de las dos cosas, porque en moto de esas grandes, me dan miedo la verdad.
—Entonces viajaremos siempre con escúter, porque me gusta sentir el aire golpear mi cara —rio.
—¿Y el frío, amigo? —cuestionó con sarcasmo—. Se te congela la cara y las manos sino tenés guantes.
—El próximo viaje lo haremos con coche, no te preocupes.
—Te tomo la palabra, Valerio.
El hombre se subió a la pequeña moto manteniendo el vehículo derecho para que Estrella pudiera subirse sin problemas detrás de él y sentarse con comodidad.
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El pequeño hotel de las delicias ©
Genel KurguEstrella cree que la vida en el extranjero es color de rosa y con una decisión apresurada se embarca en un viaje que le hace ver la realidad de las cosas. Tras unos meses de luchar por sus sueños y saber que todo es en vano, se plantea regresar a su...