⭐Epílogo⭐

567 84 100
                                    

Tropea, Italia

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tropea, Italia

Era el mes de junio cuando decidieron unir sus vidas, los preparativos estaban casi listos, los invitados estaban instalados en el hotel ya que no eran solamente familiares y amigos, sino que se encontraba parte del personal del aeropuerto que había hecho posible la unión de ambos y los pasajeros del vuelo de aquella noche, pero faltaba una parte de la familia de Valerio en presentarse aquel día para la celebración de la boda que se realizaría al día siguiente.

—Creo que cuando conozcas a la otra parte de mi familia te agradarán mucho. Son familiares de mi padre —le comentó Val a Estrella.

—Estoy segura de que me agradarán también, Vale —le sonrió enamorada.

Estaban sentados en las mesas del sector al aire libre, dispersos y disfrutando de una merienda con limonadas, bocadillos salados y dulces, charlando unos con otros y con música de fondo relajante.

Cuando los familiares paternos se presentaron en el hotel, Valerio los recibió con una enorme sonrisa dándole besos y abrazos, y Estrella creyó haber escuchado la voz de María, la esposa del dueño del bar, por lo que tuvo que darle la vuelta para ver de quienes se trataban. Abrió más los ojos cuando los vio allí también.

—¿Quiénes son? —preguntó su madre.

—Salvatore, María y Giacomo. Los dueños del bar en el que trabajé durante seis meses. No puedo creer que estén acá también.

—Parece que Valerio y ellos se conocen muy bien —acotó el padre de la argentina.

—No me digas que son los parientes de Valerio —levantó las cejas y habló en voz alta como si sus padres la estuvieran escuchando.

—¿De qué hablás? —le cuestionó Catalina.

—Hablo de que me parece que las personas que tienen el bar en donde trabajé, son familiares de Vale, de la parte paterna.

—Es mucha casualidad, ¿no? —le dijo su madre.

—Sí, pero no sería tan imposible tampoco. Ahora vuelvo —les comentó y caminó hacia ellos.

—¡No lo puedo creer! —gritó de alegría la señora y la abrazó por el cuello mientras que Estrella por la cintura—. Estás hermosa, Stella.

—Gracias, me alegro mucho de verlos de nuevo.

—Lo mismo decimos, parece que mi nieto te trata muy bien como corresponde.

—Sí —le respondió y luego saludó a Salvatore y a Giacomo con la misma efusividad que la que le dio a María—. ¿Cómo es que nos volvimos a encontrar? No entiendo nada la verdad —confesó la chica mirando a su prometido y a los demás también.

—¿Te acuerdas cuando te ayudé a buscar empleo esa noche en el hotel cuando nos quedamos varados? —le preguntó y ella asintió con la cabeza—, bueno, el bar que necesitaba una persona era el de ellos, pero fue con un empujón —le declaró con sinceridad—. La noche anterior llamé a mi nonno porque quería saber si necesitaban a alguien en el negocio y porque tú necesitabas un empleo, en definitiva, te hice ir al bar de mis nonnos para que pudieras ganar algo de dinero y de alguna manera sabía que te volvería a ver o eso creía —le aseguró—. Tenía tu número de teléfono y suponía que te estabas por volver a tu país, pero no sabía cuándo y el mensaje que te envié fue sin pensármelo dos veces, te lo envié sin saber si ya te habías ido a tu país o todavía estabas aquí.

El pequeño hotel de las delicias ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora