El pequeño Hotel de las Delicias
El despertador sonó bastante alto en el dormitorio de la chica y ella se estiró para luego bajar de la cama, se sentía renovada, pero todavía somnolienta. Volvió a ponerse el calzado y se enjuagó la cara, se acomodó el pelo y salió de la pieza para ir a la recepción, no encontró al hombre ahí y ni tampoco en la cocina. Salió al jardín para caminar un poco y ver la excepcional vista que tenía el hotel, se apoyó sobre la baranda de hierro forjado para asomar la cabeza y mirar abajo, y lo encontró hablando por teléfono. Se notaba que estaba discutiendo con la persona del otro lado de la línea por la expresión en su rostro y por la manera en cómo hablaba.
Cuando Valerio cortó la llamada subió las escaleras hacia la planta alta.
—¿Todo bien? —preguntó con curiosidad.
—Sí, era uno de los empleados avisándome que no puede presentarse para la fecha acordada.
—¿Qué puesto tenía?
—Era uno de mis cocineros.
—Te puedo ayudar si querés, me explicas qué tendría que hacer y listo.
—Vas a tener demasiado trabajo atendiendo al público y diseñando las publicidades para el hotel, no quiero cargarte con más trabajo.
—Bueno, entonces creo que armaré una lista de las cosas que necesitaría para poder empezar a volcar las ideas que se me ocurran para darle publicidad al hotel de tu amigo.
—De acuerdo, tienes papeles y un lapicero lleno de útiles en el mostrador de la recepción.
—Gracias.
—¿Qué más necesitarías?
—Una computadora, portátil o de escritorio.
—Puedes usar mi laptop, te ayudará para lo que tengas que hacer.
—Está bien —asintió con la cabeza también.
Pocos minutos después cuando Valerio le entregó la computadora, ella se sentó en la silla frente al mostrador y trabajó en las publicidades, promociones y el folleto principal para la reapertura del hotel para el día de los enamorados.
Se le daba bastante bien la creatividad y teniendo claras las ideas que tanto Valerio como ella tenían, los diseños eran fáciles de realizar, incluyendo los precios que colocaba en las imágenes.
Estrella quedó en la recepción mientras que el cocinero estaba en su ambiente preferido, la cocina. Cuando creyó que había finalizado los diseños y quedado conforme, imprimió una copia de cada uno para mostrárselos a Valerio y saber su opinión o en todo caso que se los mostrara al dueño del hotel.
Para cuando salió detrás del mostrador y sin levantar la cabeza de las hojas, casi choca con la persona que había entrado.
—Disculpe, señora. No la vi, andaba distraída —rio un poco incómoda.
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El pequeño hotel de las delicias ©
General FictionEstrella cree que la vida en el extranjero es color de rosa y con una decisión apresurada se embarca en un viaje que le hace ver la realidad de las cosas. Tras unos meses de luchar por sus sueños y saber que todo es en vano, se plantea regresar a su...