Cabo Frío, Brasil
El avión que llevaba a Estrella hacía Brasil aterrizó y los pasajeros de a poco tomaron sus pertenencias y bajaron con cuidado, y lentitud del avión. Ella fue una de las últimas personas en bajar porque quiso preguntarle a una de las azafatas qué compañía aérea era por el número que se detallaba en el pasaje, pero la mujer le dijo que una de las personas dentro del aeropuerto la ayudarían mejor. Apenas entró a la terminal aeroportuaria se acercó a uno de los mostradores que tenía menos gente y le preguntó por el número de vuelo, porque estaba un poco desorientada. La chica con amabilidad le dijo que ya estaban haciendo la fila para el embarque en la puerta 14, con un agradecimiento, giró en sus talones para ir viendo cuantas puertas tenía para llegar hasta allí, tan solo eran tres y caminó con normalidad hasta ubicarse al final de la fila.
Fueron pocos los minutos en donde tuvo que esperar para que le tocara el turno a ella en presentar el pasaje de nuevo y subirse al avión que la dejaría en territorio europeo. Buscó el asiento cuando entró y se sacó la mochila de los hombros para ponerla en el asiento de al lado mientras se ponía el cinturón y luego la ubicaba sobre su regazo. A pesar de los nervios y miedos que tenía de viajar sola, trató de pasar el rato mirando con curiosidad a los pasajeros que entraban al avión.
A medida que los minutos pasaban, más aburrida se sentía y prefirió ignorarlos mirando el ojo de buey hasta que sintió la presencia de alguien cerca suyo y tuvo que desviar la mirada para saber de quien se trataba.
La chispa fue casi inmediata cuando él le habló preguntando por el asiento.
—¿Te molesta si me siento en este lugar o prefieres el pasillo? —su voz era varonil y grave, pero tampoco parecía de Brasil.
—No, pero si querés puedo pasarme, no me di cuenta de que ocupaba tu asiento —sonó apenada y poniéndose colorada.
—Tranquila, yo prefiero el pasillo, no me gusta mirar hacia la ventanilla —comentó con una sonrisa.
—Entonces, está bien, podés sentarte.
—¿No quieres ponerla en el maletero que compartiremos? —le sugirió.
—Bueno —con vergüenza se la entregó y él con amabilidad la guardó junto con su bolso de viaje—. Muchas gracias.
—No hay de qué —respondió y se sentó a su lado abrochándose el cinturón.
Una vez que el hombre se puso cómodo vino el momento de la presentación.
—Valerio —le ofreció su mano apenas la miró.
—Estrella. Un gusto —le aceptó el saludo.
—¿Qué te trae por aquí? ¿Viajas con alguien más? ¿Estudios? ¿Trabajo?
—Intentando buscar trabajo, ¿y vos?
—Volviendo de trabajar en Buzios. Estuve cocinando en el restaurante de un hotel de playa.
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El pequeño hotel de las delicias ©
General FictionEstrella cree que la vida en el extranjero es color de rosa y con una decisión apresurada se embarca en un viaje que le hace ver la realidad de las cosas. Tras unos meses de luchar por sus sueños y saber que todo es en vano, se plantea regresar a su...