Tropea, Italia
Estrella llegó a Tropea a través del tren que conectaba ambas ciudades y otras más, al bajarse tomó un taxi para dejarla en la entrada principal del lugar donde Valerio le había indicado por mensaje, dándole la ubicación exacta del hotel.
Cuando miró lo que tenía frente a sus ojos no podía creerlo, el lugar estaba situado a la mitad de una colina, era un caserón antiguo.
Le pagó al taxista y ambos se bajaron, el hombre para sacarle la valija del baúl y ella para caminar hacia el hotel. El coche se alejó de allí y la joven tuvo que mirar con asombro casi todo lo que tenía al frente, le envió un mensaje a Valerio para avisarle que había llegado y él la saludó desde lo alto, de a poco fue subiendo las escaleras y los dos se encontraron a la mitad del camino hacia arriba.
—Qué gusto me da verte de nuevo, Estrella —le dijo con una sonrisa y abrazándola por los hombros.
—Lo mismo digo, pero no entiendo nada, no sé si terminé cometiendo una locura en no volver.
—Has hecho bien, te lo aseguro. Tenemos mucho trabajo por delante. Pronto abriremos por San Valentín y a partir de ahí los fines de semana, aún es invierno y recién cuando comienza la primavera el hotel abre sus puertas —le comentó el hombre llevando la maleta de la chica.
—¿Tu amigo es el que te dice cuándo abrir? —quiso saber.
—Él suele venir, dejándome saber las cosas que se deben cambiar o poner nuevas, tiene mucha confianza en mí, nos conocemos desde adolescentes.
—Eso es muy bueno.
Estrella miraba todo a su alrededor, le parecía una maravilla a sus retinas, algunas plantas y matas tenían la nieve de hacía días, y todo era blanco, verde, color piedra y el sutil color malva, las ventanas pintadas en un azul petróleo, daban el encanto e impacto justo para todo aquel que llegaba al hotel.
—Es impresionante.
—En primavera y verano tiene un esplendor especial. Todo florece y los perfumes de las flores invitan a quedarse en cualquier rincón del hotel.
—Es precioso, ¿vos trabajas hace mucho acá?
—No, mi amigo hace poco que decidió hacerse cargo del hotel, y luego me llamó para preguntarme si estaba disponible para una temporada completa para dirigir el restaurante de este lugar.
—Tendrás más ganas para cocinar con este hotel, tan solo vi el exterior y me parece precioso. ¿Lo compró o fue heredado?
—Fue heredado por sus nonnos maternos, es una joya familiar.
—No lo dudo. Quizás no es lo que se recauda por temporada sino por el sentimiento familiar que tiene el lugar.
—Él me contó que no quería heredarlo porque le tenía que haber tocado a su tío, pero sus abuelos decidieron regalárselo a mi amigo, con papeles de por medio para que nadie reclamara nada, se siente un poco responsable y por eso, mucho no se hace ver tampoco.
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El pequeño hotel de las delicias ©
Ficción GeneralEstrella cree que la vida en el extranjero es color de rosa y con una decisión apresurada se embarca en un viaje que le hace ver la realidad de las cosas. Tras unos meses de luchar por sus sueños y saber que todo es en vano, se plantea regresar a su...