Será que desean morir?

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Luego de fallar estrepitosamente, los nobles acordaron enlistar a los hijos considerados inútiles, ilegítimos y molestos para sacárselos de encima.

Era curioso como la cantidad de soldados aumentó de golpe con eso y una vergüenza al ver la clase de familias que eran capaces de enviar a morir a jóvenes inexpertos e inocentes. Usualmente enviaban a los herederos para obtener logros pero este año hicieron un intercambio de carne de cañón abrupto, para algunos que no deseaban ver morir a sus hijos legítimos.

Priscilla solicitó que los soldados participaran en una fiesta de despedida el mismo día de su boda y cumpleaños para mostrarse benevolente y amistosa con ellos. Muchos criticaban su accionar mientras otros veían su carisma en acción dejándolos boquiabiertos.

Una princesa que no despreciaba a los extranjeros, que hasta incluso se casó con uno, invitó a sus parientes y animaba a los soldados dándoles regocijo

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Una princesa que no despreciaba a los extranjeros, que hasta incluso se casó con uno, invitó a sus parientes y animaba a los soldados dándoles regocijo. Una bondadosa mujer que se preocupaba por su pueblo, tanto que compartió parte de la comida de la fiesta, daban la pauta de ser digna de llevar la corona pero la costumbre de ser el hijo varón quien llevase esa carga, era realmente de antaño.

Las hijas de las casas más pudientes no podían creer que fueron invitadas a algo que consideraban una exhibición ordinaria y vulgar pero en el fondo, estaban muriéndose de la envidia.

Entre todas esas burdas mujeres, el dúo dinámico de loquitas chismoseaba en las mesas sin siquiera darse cuenta que yo estaba allí. Haber bajado 60 kilos de golpe dió resultados óptimos que me dejaron irreconocible y sentía que gané el gordo de navidad.

Me moví de la esquina y caminé a la pérgola donde se hallaban los novios. Con mi uniforme de soldado raso, pasaba desapercibido, tanto que me prohibieron entrar a saludar a la novia.

-Déjenlo pasar, solo quiere saludar!- Priscilla me arrastró adentro

Los reyes y el príncipe Bastian despacharon a toda la servidumbre para quedarnos solo con los novios, el jeque, sus hijos y su harén. Sus rostros eran desalentadores al verme de uniforme militar y solo se limitaron a toser.

-Jeque Hamza, le presento al primer príncipe, Sylvester Greenwood- me empujaron frente a ellos

-Interesante. Es un placer conocerlo joven príncipe y feliz cumpleaños. He oído bastante de usted, pero al parecer esos rumores resultaron errados- con un apretón de manos y su mano izquierda en mi hombro, mostraba su fuerza

-Lo mismo digo. No pensé conocer al descendiente de los padres de La Ruta de la Seda. Su apreciación global ha potenciado los vínculos comerciales y las ha extendido maravillosamente que me siento honrado de tenerlo aquí- apliqué presión al agarre y una lucha de miradas inició

Todos quedaron pasmados al enterarse quien cuernos era el jeque Hamza en realidad. Sólo se conocía a la gente de Anatoli como grandes criadores de animales de transporte y alimentos, pero el enterarse que eran quienes manejaban la red comercial más extensa del sur del continente, resultó chocante.

Ellas me quieren muerto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora