ocho.

465 52 7
                                        

Las piernas me arden. Una sensación de calor abrazante, recorriendo desde la punta de los pies hasta el último milímetro de piel en mi frente. Gotas de agua y lluvia se mezclan en una sola, cayéndome por el rostro.

Luke se robó unos cigarrillos.

Me pidió que lo ayude a huir.

Y yo acepté.

Él corre detrás de mí, dando pequeños empujones de vez en cuando para que me apure. Llevamos así diez minutos, huyendo lo más lejos que podemos de un dueño que amenazó con llamar a la policía.

—¡Hemmings! —exclamo, mirando hacia atrás. Luces rojas y azules resaltan a lo lejos—. ¡Suelta esos malditos cigarrillos! —cada vez más cerca...—, ¡Ahora!

No contesta. Por el contrario, tira de mi brazo con brusquedad, terminando ambos tendidos como troncos secos en el suelo.

—¡Sh! —chistea a modo de advertencia. Está encima mía, sus largas piernas rodeando mis caderas y ambos brazos a cada lado de mi cabeza. Siento mi pulso en las cienes y rápidamente, la sangre sube hasta mis mejillas sucias con tierra del callejón donde estamos.

Sus labios permanecen entre-abiertos, mientras que su mirada busca a la ley que nos perseguía minutos atrás. La boca seca y los cabellos dorados que posee despeinados en un remolino armonioso sobre su cabeza.

Todo había comenzado cuando nombraron a Luke como mi tutor de geografía. A pesar de ser rubio y bastante imbécil cuando se lo propone, podría decirse que el chico es algo así como un dios en la materia. Obviamente, sin súper poderes o algo así y muy pocas ganas de aprender.

La puerta de casa sonó con golpes insistentes a las cinco y media de la tarde, cuando él tendría que haber llegado a las cuatro. Dijo algo como "estuve ocupado, no molestes." Y luego entró a mi hogar, dejándose caer en el sofá con pesadez extrema.

No puedo asegurar que terminé de entender completamente el tema; Luke se interrumpía solo en cada explicación, soltando alguna que otra grosería o quedándose embobado con su móvil. Al fin y al cabo, pude hacer la tarea de una buena vez por todas y al menos así, no tendría que mentirle más a Betania diciendo cada semana que mis mascotas y/o parientes, habían muerto en accidentes trágicos como caerse en la ducha.

Cuando dieron las siete de la tarde, Luke comentó que tenía antojo de algo. Nunca mencionó de qué, y mucho menos me comunicó que era de cigarrillos robados. Como el almacén de André cierra los sábados por la tarde, me ofrecí a acompañarle hasta un kiosco a unas cuadras de casa.

Mala idea.

Incluso cuando estaba por poner los billetes sobre el mostrador, él se negó rotundamente diciendo con voz firme que pagaría. Cosa que no hizo, porque sobrepuso su gran y fría mano sobre la mía y comenzó a correr con los gritos de una señora regordeta tras nosotros.

La posición en la que me tiene es tan bochornosa; me siento totalmente indefensa —¿P-Podemos ir a casa, ya? —pensé que se negaría, no obstante, asiente poniéndose de pie.

—Vamos, creo que estamos libres por hoy —pongo los ojos en blanco, abrazándome a mí misma con la espalda encorvada. Hace frío y creo que tengo un raspón en la rodilla derecha—. Ven aquí, estúpida.

Su brazo izquierdo rodea mi cintura, pegándome con fuerza a su duro pecho. Me espanto por un segundo, pero con tan sólo sentir el cálido tacto de su remera de algodón contra mi piel desnuda, llego a pensar que la escena es agradable. Muy agradable.

x

—Estás borracho —menciono. Suelto una carcajada, dejando salir el humo atrapado entre mis labios.

—No más que tú —Luke permanece tirado en el suelo, mientras ríe porque minutos atrás se cayó al enredarse con mis acolchados.

Una botella de vodka y un poco menos de la mitad de whiskey, son una buena fórmula para olvidar cosas, ¿verdad?

—Hagamos algo divertido —propone él, en un intento fallido por levantarse. Sus ojos se cierran momentáneamente, tratando supongo de contener un mareo insoportable.

—¿Cómo qué? —desbloqueo mi móvil con torpeza, tratando de que no vuelve por el balcón. Apoyo mi cuerpo en la baranda color negro y Luke pone su barbilla en mi cuello, proporcionando un beso brusco en mi piel que me deja helada—. H-Hemmings...

—¿Qué? —intento separarme sin triunfo, y ahí es cuando caigo en cuenta de que ni siquiera he dado mi primer beso y no quiero terminar arrepintiéndome por algo que hice con Luke Hemmings.

—Suéltame —doy la vuelta, empujando su pecho para dejarlo lejos de mí. Tambalea por unos momentos, hasta que por fin se lanza a la cama como un saco de patatas—. ¿Qué tienes ahí?

Entre sus largos dedos decorados por algunos anillos, está mi celular. Por instinto, me lanzó a él, sin darme cuenta que está grabando un audio.

—¡Luke! ¡Dame eso! —su risa es más fuerte y profunda estando alcoholizado. Con la poca percepción de la realidad que tengo, tiro manotazos al aire esperando atinar alguno.

—No —con una de sus manos libres, comienza a picar en mi barriga, haciendo que me retuerza por la sensación de cosquillas.

—¡L-Luke! —exclamo, riendo tontamente. Suelta un quejido y me asusto—. ¿Estás bien?

—Yo sí —enarca una ceja, poniendo una de esas bellas sonrisas seductoras en su rostro—. Pregúntale a él —sigo con la vista hacia dónde apunta su mirada y de un salto, caigo al piso.

—¡Eres un asco! —su risa se mezcla con mis gritos.

—Te quiero —dice, y de pronto en sus labios, se forma un puchero. Quiero tomar mi móvil, pero lo pone a una altura inalcanzable para mí.

—Yo también —exclamo, restándole importancia porque me entrega lo que quiero. Veo lo que ha hecho y a quién le ha mandado semejante bobada.

Mis ojos no parpadean y me quedo sin aire al leer el nombre del contacto.

"mikey "

High Hopes |Luke Hemmings|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora