High Hopes |Luke Hemmings|

seis.

—Alexa, ¿dónde guardas el yogurt? —pregunta Michael, asomando su pelo de colores desde la cocina.

—En la heladera, ¿dónde más? —él sonríe, volviendo a preparar su experimento.

Días después de la “cita” con Luke, me siento torpe y deprimida. No tengo ganas de moverme, tampoco de reírme. Aunque no sé cuánto dure eso con mi mejor amigo aquí, sigo sintiéndome una estúpida por haber aceptado la invitación del rubio ese al parque.

No he tenido noticias de él. Tampoco puedo esperar que el chico venga a mi casa con un ramo de rosas y dos barras de chocolate extra grandes, porque eso ya sería pedir un milagro, pero tampoco estaría mal una disculpa.

En realidad, tampoco es un idiota. No del todo. Luke no sabía que mamá está muerta, sin embargo, no viene mal preguntar, ¿no? Pero es que sería demasiado necio y tosco ir hasta una persona y directamente decirle:

“Hola, ¿tu madre está muerta? Digo, antes de hacer cualquier chiste fuera de lugar…”

Aunque bueno, viniendo de Hemmings, ¿qué no es posible? Ser maduro, quizá…

Michael sale por fin de la cocina. En sus manos, trae dos vasos de vidrio grandes con, creo que eso es smoothie de chocolate, dentro. Me tiene uno a mí y el otro se lo queda él, no obstante, no tengo ánimos para alimentarme.

—Mongabay, trágate eso —dice, mirándome directamente a los ojos. Esa mirada me da a entender que no está contento. Sumisamente, decido hacer caso y pongo el popote negro entre mis labios. Mikey sonríe.

Toma el mando del control y apaga la tele, en la que estaban dando Regular Show. Suelto un quejido, en señal de que no debería haber hecho eso y él mueve su dedo índice de un lado a otro.

—No, tenemos que hablar —uf. No sé si soportaré otra charla más.

—¿Por qué? ¿A quién dejaste embarazada? —sus mejillas se colorean de rojo, causándome ternura. Sé que Michael no es virgen pero tampoco, y espero, la va poniendo en el primer hoyo que encuentra.

—A-A nadie —golpea suavemente mi brazo. Alzo las comisuras de mis labios levemente, sin separar los labios. Suspira y deja su bebida en la mesa, para sentarse mirando en mi dirección.

—Ve al grano, Clifford —digo, comenzando a disfrutar del sabor a chocolate que cruza por la pajilla entre mis labios. Mike pone sus ojos en otra parte, mientras su perfil serio lo hace lucir realmente bonito.

—Sé que estuviste en el parque con Hemmings —abro la boca para poner objeción, manchándome la boca con el líquido marrón—. Y no me vengas con que no es cierto, porque le ha contado a Calum y sabes que son mejores amigos.

Frunzo el ceño, mirando mis uñas mal pintadas —¿Qué le dijo ese idiota al chico de nariz grande que seguro no es cierto? —Michael enarca una ceja.

—No era necesario que le pongas ese apodo —me encojo de hombros—. No te diré qué es lo que le dijo porque no importa… —interrumpo.

—¡Claro que importa! ¡Yo quiero saber! —más te vale que me digas porque si no voy a arrancarte todos esos cabellos verdes uno por uno.

—¡Te digo que no importa, Alexa! —exclama, estirando los brazos a ambos lados de su cuerpo exageradamente—. ¡Lo que importa es que me desobedeciste! ¡Lo hiciste, aún cuando te advertí lo que podría pasar!

—¡¿Qué podría pasar qué, Michael?! ¡¿Qué me diga un patético chiste de mal gusto sobre mi madre?! ¡¿Ese es el peligro al que te referías?! ¡Porque si es así, deberías saber que puedo cuidarme sola! —se pone de pie. Creo que tengo los ojos cristalizados, arden como la mierda. Pero no quiero pestañear, porque sé que Michael se irá.

—¡Me refiero a que te quiero! ¡Y no, no como mejores amigos! —lo veo caminar hasta la salida. Sus botas resonando fuertemente contra el piso de madera es lo único que pasa por mi mente en ese momento. ¿Michael acababa de confesarse?

—¡Michael! —grito, tomándolo de los brazos antes de que pudiera abrir el picaporte. Él se niega a los jalones, porque sé que jamás usaría su puño conmigo. Termino por arrastrarlo hasta la pared llena de cuadros y adornos, donde su espalda impacta con fuerza y lo obliga a cerrar los ojos.

—¡¿Qué?! —la vena de su cuello resalta de una manera exagerada. Su rostro está colorado, y aunque eso me cause gracia, no tengo capacidad de reírme después de lo que ha pasado.

—So —sonrío y él se queda serio—. N-No, Mikey… —digo, cuando se zafa de mí con fuerza, casi arrojándome al suelo bruscamente. Mis orbes se nublan con lágrimas, viendo la imagen de mi mejor amigo desapareciendo por la puerta principal.

Antes de irse, susurra con voz apagada —Tranquila, Alexa… —una mano le tiembla, señal de que está por derramar algunas lágrimas—. Sé que no sientes lo mismo, y no lo niegues por pena. Cuando me miras, Alex; sé que no soy el único.

No quiero que se vaya. No puedo dejarlo ir. ¡Es mi mejor amigo! Corro hasta él, consiguiendo a duras penas no estampar mi cara contra la puerta principal, y lo abrazo por la espalda, congelándome con el frío de afuera.

—Y-Yo te quiero, M-Mikey —sus ojos, llorosos por el pre-llanto, parecen iluminarse—. P-Pero no de esa manera, tú…

—Soy tu mejor amigo, lo sé —abraza mi cuerpo al suyo y comienzo a sollozar. De tristeza, de felicidad, de lo que sea, estoy llorando. Porque a pesar de que acabo de mandarlo a la friendzone, Michael sigue aquí conmigo—. No llores.

—No me pidas eso —pego en su pecho, sorbiéndome la nariz.

—Ya lo estoy haciendo —una sonrisa se extiende en su rostro, y sólo me dan más ganas de llorar—. ¿Puedo pedirte una cosa, Alex? Sólo una.

—Está bien —no voy a negarme, no después de esto—. Pero si me prometes que nuestra amistad no cambiará después de… —hipo, haciendo reír a Mike—, después de esto.

—Te lo prometo —toma mi barbilla suavemente con sus pequeños dedos, causándome cosquillas.

—¿Qué vas a pedirme? —bajo un segundo la mirada, poniéndola en el cuello rasgado de su camisa y su aliento condensado.

—Antes de que olvidemos esto, déjame saber que de alguna manera, seguirás siendo parte de mi corazón. Bésame, Alexa. Sólo, bésame. 

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ni se molesten en matarme, yo ya estoy muerta después de esto.
¿qué les pareció?
dale ingrid dale, cerrame la ventana prendeme el aire.