𝐈𝐈. 𝐈 𝐅𝐑𝐀𝐓𝐄𝐋𝐋𝐈 𝐉𝐀𝐍𝐆

1.8K 165 51
                                    

DOS. LOS HERMANOS JANG

Seúl no era tan impactante como manifestó

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Seúl no era tan impactante como manifestó. De hecho, aunque el aeropuerto estaba abarrotado, no podía comparársele a Milán, un inalcanzable paraíso turístico bastante costoso. Se había puesto ropa cómoda basada en tonos neutros, marrón y blanco, no demasiado extravagante ni modesto para evitar llamar la atención. Las coreanas quedarían escandalizadas por ver una minifalda italiana, y no era vestimenta adecuada destinada a hacer negocios. Avanzó hacia la salida, obedeciendo instrucciones establecidas previamente, y ahí buscó una impetuosa camioneta azabache aparcada.

La halló sin mucho vislumbrar. Parecía inteligente aquel muchacho usando vehículos poco llamativos o merecedores de atención. Avanzó tranquilamente, arrastrando su maleta azabache, y quitó los lentes oscuros cubriendo sus hermosos ojos marrones. No tenía caso pretender esconderse cuando ya se habían conocido antes. El coreano salió del automóvil, realizando una corta reverencia.

Ella nunca entendería la honorable cultura asiática.

— ¿Lucrezia Cassano? —inquirió, pronunciando aquel nombre teniendo bastante cuidado, notándose que había aprendido italiano durante las reuniones y demás asesoramientos con tutores privados.

— Oh, ¿esperabas a alguien más?

Han seo estaba asombrado por semejante hermosura; ojos marrones y expresivos, apetecibles labios pequeños. Era demasiado exótica, arrastrando consigo una personalidad diferente a la acostumbrada. Cualquiera pensaría tendría un carácter dominado por el mismísimo demonio, pues provenía de familia imponente y peligrosa. Humedeció velozmente sus resecos labios, nervioso.

— Jang Han seo. —realizó otra reverencia, viéndome intimidado. Esa muchacha traía consigo una sombra oscura; parecía maliciosa, aunque encantadoramente honesta—. Bienvenida a Seúl.

Las manos de Han seo temblaban, preso del pánico, suponiendo que le esperaría un doloroso castigo como inmediata consecuencia. Ese gesto desesperanzador no pasó inadvertido para Lucrezia; lo vislumbraba fijamente, teniendo aquella mirada ensombrecida.

— Bueno, yo me llamo Lucrezia. Me pareces lindo, pero bastante débil. Si quieres sobrevivir, tendrás que estudiar. Han seo, seamos más que buenos amigos y matemos pronto a tu hermano.

— ¿Estudiar? ¿Qué cosa, exactamente?

— Supongo que no sabes usar un arma. Lo primero que debes hacer, obviamente, sería adiestrarte en defensa personal. Oí tienen artes marciales; podrías practicar karate, como plan principal.

Sin embargo, antes de que pudiese siquiera responder, Lucrezia había entrado tranquilamente al automóvil, ignorando cualquier diálogo otorgado por el muchacho. No tenía tiempo para escucharlo. Han seo tardó algunos minutos guardando su maleta, tardándose a propósito buscando posibles temas de conversación, y después avanzó al asiento, comenzando a manejar directo al hotel. Ella estaba enmudecida apreciando los paisajes urbanos abriéndose camino; autos lujosos, rascacielos metálicos, anuncios de comida rápida.

LUCREZIA CONTRA BABEL | Jang Han-seoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora