𝐈. 𝐋𝐀 𝐅𝐀𝐌𝐈𝐆𝐋𝐈𝐀 𝐂𝐀𝐒𝐒𝐀𝐍𝐎

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UNO. LA FAMILIA CASSANO

Lucrezia tenía siete años cuando comprendió que los caminos de la mafia jamás serían honorables; había muerte, destrucción y secuestros

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Lucrezia tenía siete años cuando comprendió que los caminos de la mafia jamás serían honorables; había muerte, destrucción y secuestros. Gobernaban infringiendo más sufrimiento que justicia. Los sicarios regresaban enorgullecidos tras haber matado a incontables personas, supuestos enemigos de la dinastía. No obstante, aunque estuviese en desacuerdo, nunca demostró lo contrario. Fue criada en Milán, entre maravillas y extravagancias; teniendo incontables criados a su disposición. Sus palabras eran ley, porque desde el nacimiento era «Principessa della famiglia Cassano»; ningún ser humano inferior podría siquiera marcar perturbación en sus pensamientos.

Ningún ser humano hasta que murió su padre.

Después, sumado a eso, la evidente resignación de Vincenzo, su prometido, acompañado por esa actitud condescendiente y poco honorable de Paolo, su consanguíneo. Fue suficiente para atormentar pensamientos jamás expresados hasta el momento; siempre fue inteligente, aunque silenciosa, viviendo entre extravagancias y demás materialismos insignificantes. Pero ahora, había regresado.

Paolo, hai perso la testa? —ella preguntó; desde un principio, notó brillantemente que su hermano mayor había perdido el juicio. Avanzó directo hacia él alzando ambas cejas—. Vincenzo pertenece a la familia Cassano, nuestra dinastía, y no debes atacarlo. Padre no quería esto.

Lucrezia, silenzio! ¿Acaso no lo entiendes? Nuestro padre nos engendró, tenemos su maldita sangre. Vincenzo no es nadie. ¡Tu incompetencia podría destruirnos! —exclamó en respuesta.

¿Mi incompetencia? ¿Te estás escuchando, por lo menos? Sin los consejos de Vincenzo, esta familia no prosperará. No planeo ser una princesa sin reino, ¿nos entendemos, Paolo?

Silenzio, Lucrezia, per favore. Ya no hables más.

No le sorprendió recibir esa respuesta. Después de todo, ganándose completo deshonor, Paolo Cassano mató a mujeres y niños. Lucrezia jamás quedaría asombrada tras recibir semejante desprecio; entre los tres, siempre fue beneficiada por sus métodos de trabajo, al igual que Vincenzo, ambos superando considerablemente al legítimo heredero.

Lucrezia había llegado justo para el funeral; el hermoso cabello estaba atado en una coleta alta, y cubría su entristecida mirada café con unas gafas azabaches. Más que una hija, parecía una viuda; nadie podría jamás dudar acerca del verdadero cariño esbozado al Don. Ahí, permaneciendo junto al ataúd, rezó algunas oraciones católicas, guardándose sollozos y gimoteos. La bella «Principessa della famiglia Cassano» no debía derramar lágrimas en público.

Luego, escuchó unos sosegados pasos aproximándose, y dejó de velar al difunto volviéndose hacia el sonido, guardando silencio. Vincenzo se aproximaba orgulloso; vestía, como siempre, un traje azabache hecho a la medida, y se mostraba impasible, frente a la mutua pérdida.

LUCREZIA CONTRA BABEL | Jang Han-seoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora