𝐗𝐕𝐈𝐈. 𝐔𝐍 𝐈𝐍𝐅𝐄𝐑𝐍𝐎 𝐒𝐂𝐀𝐓𝐄𝐍𝐀𝐓𝐎

462 40 7
                                    

DIECISIETE. UN INFIERNO DESATADO

NOTA: la conversación entre LUCREZIA y PAOLO transcurre en italiano

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

NOTA: la conversación entre LUCREZIA y PAOLO 
transcurre en italiano.

NOTA: la conversación entre LUCREZIA y PAOLO transcurre en italiano

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

MILÁN, ITALIA. TRES AÑOS ANTES

Los tacones resonaron por todo el restaurante.

Ahí estaba la hermosa Principessa di Milano, completamente vestida de negro, cual excéntrica viuda. Los sedosos cabellos, ahora castaño oscuro, sujetos en una elegante trenza francesa.

Pronto, las miradas que antes disimularon no haberla vislumbrado, estuvieron observando cuánto brillo y resplandor cargaba consigo esa maravillosa empresaria. Todos en Milán conocían a Lucrezia Cassano. Naturalmente, conservaron apariencias comportándose cual amables hermanos; aunque, por supuesto, ella tenía otras intenciones. Los empleados no demoraron en llevarles otra botella de vino.

— ¿Cómo te atreves a venir después de haber violado a mi empleada? Nuestro padre fue misericordioso habiéndote perdonado. Pero de mi justicia no te escapas. Te quiero fuera de mi restaurante; no quiero terminar montando una escena llamando a mis guardias.

— Lucrezia, bienvenida.

El mafioso no perdió tiempo en servirle una copa de vino.

Sin embargo, Lucrezia ignoró tal gesto.

— No perdamos más tiempo del necesario. Soy una respetada mujer de negocios, y tengo un cargamento muy importante que importar desde Venezuela. Mi patrimonio aumenta cada día. —Lucrezia sonrió; parecía entusiasmada hablando sobre sus negocios—. No quiero perder tiempo solucionando tus repugnantes asuntos; no me queda opción porque, lamentablemente, se te ocurrió violar y matar a mi empleada. Ahora, necesito hacer justicia para esa pobre familia.

— Yo no sabía que era tu empleada, Lucrezia.

— Oh, ¿de igual manera lo habrías hecho? No hay arrepentimiento, entonces. —alzó ambas cejas, asombrada—. Tengo un desalmado hermano feminicida, y debo limpiar este desastre cuanto antes porque evidentemente eres un incompetente sin cerebro.

LUCREZIA CONTRA BABEL | Jang Han-seoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora