𝐗𝐈𝐗. 𝐈𝐋 𝐑𝐄𝐒𝐏𝐈𝐑𝐎 𝐃𝐈 𝐇𝐀𝐍 𝐒𝐄𝐎

560 44 25
                                    

DIECINUEVE. EL RESPIRO DE HAN SEO

Han seo despertó sintiéndome intensamente nauseabundo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Han seo despertó sintiéndome intensamente nauseabundo.

Estaba demasiado mareado para reconocer el entorno. Los últimos recuerdos rondaban alrededor de su hermano, su hermano armado queriendo asesinarlo. Intentando recordar más detalles, tocó la dolorosa herida sangrante de su cabeza, confirmando que ese viscoso líquido permanecía dispuesto a confundirlo. Consiguió arrastrarse a gachas encima del pulido suelo, levantando la mirada; sus ojos, dilatados, apenas podían ayudarlo, porque todo parecía borroso.

— ¿Estás bien? —esa voz era de Cha-young.

No pudo siquiera ofrecer respuesta alguna.

Después, escuchó unos atemorizantes pasos; asustado, se echó hacia atrás buscando protegerse contra una columna, poniéndose de rodillas vislumbrando a su enfermo hermano tomar asiento. Tenía jaquecas incomparables con alguna otra; sus ojos ardían, buscando enfocar personas y rostros, suplicando ayuda para su herida. No entendía cómo demonios sus guardaespaldas fueron cobardes, aceptando dinero por encima del prestigioso presidente. Debió haber aceptado a los hombres italianos como había sugerido su querida Lucrezia.

Sin embargo, mientras reflexionaba ambicionando ocultar su evidente pánico, Cha-young tuvo todo el valor que él no consiguió.

— No creí que me secuestrarías, pero lo hiciste. —habló con un suspiro; el psicópata muchacho asintió, enorgullecido de haberla puesto en una situación tan humillante—. Eres un villano muy ordinario.

— ¿Qué diferencias hay? —contestó él—. Todos los villanos son iguales.

— Por más que lo piense, no eres un ser humano.

Han-seok, guardando intimidante tranquilidad, tomó asiento junto a ella. Tuvo el descaro de acariciar su rostro con ternura forzada, obteniendo simplemente una mirada cargada de desprecio y repulsión.

— ¿No sabes cuánto te amo? Por eso soy humano.

— Secuestrar a la mujer que amas —ironizó una sonrisa—, no es amor, sino un delito, imbécil demente.

— Lo siento, Cha-young. —la tomó por las mejillas—. Pero para mí, mis principios son más importantes que el amor. Eventualmente, todos encontrarán su dichoso final, aunque podría ser patético. Tú debiste corresponder mis sentimientos, debiste haberte mantenido al margen porque asesiné al incompetente de tu padre.

— ¿Tus principios? ¿Matar a todos los que no te caen bien? Son puras estupideces. Han-seok, tú no debiste haber nacido. —remató.

Fue directo donde más dolía. Han-seok odiaba ser rechazado, aunque adoraba ser odiado. Disfrutaba enfermizamente de cada mirada cruel, incluso temerosa. Amaba que le tuviesen miedo.

— Eso dolió. ¿No debí haber nacido, dices? Oh, ¿no fue muy dura, hermano? —terminó apuntándolo, mientras sonreía. Han seo no hizo comentario alguno, mirándolo con un evidente temor. Por supuesto, traumas nacidos durante la infancia no podían curarse de un día a otro, muchísimo menos cuando habían sido tan terribles.

LUCREZIA CONTRA BABEL | Jang Han-seoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora