Bueno... recuerdo cuando cursaba mi último año en el colegio, todo iba como la rutina normal de todos los años, hasta Marzo, donde los noticieros anunciarán la noticia del confinamiento en el país.
Muchas personas perdieron lo poco que tenía, otros fueron despedidos como si fueran una bolsa desechable, otros tuvieron que seguir aguantando el jodido sonido de las balas en su territorio, otros los obligaron a desplazarse de manera forzada, a otros los sacaron de sus casas con medidas rudimentarias, otros tuvieron la amarga experiencia de recibir la noticia sobre algún familiar, amigo o conocido muerto, hijos que tuvieron que ver morir a sus padres, y padres que vieron morir a sus hijos.
El gobierno prohibió abrir las tienditas de la esquina, porque según ellos, era un foco de contagio, pero vaya a salir a un supermercado durante el primer día sin IVA, y verá lo hipócrita que fue este gobierno y la irresponsabilidad de sus consumidores.
Al inicio del confinamiento, nos dijeron que esto solo duraría dos meses, (cosa que duró cinco meses) antes del confinamiento, mi madre se llevó a mi abuelita para la casa, lo que fue buena idea, con compañía de la nueva gata que adoptamos a finales del dos mil diecinueve, las mareas estaban más tranquilas.
Muchas personas tuvieron que resguardarse en sus casas, como si el gobierno pensará que todos tienen una vivienda digna, nos sentimos como un condenado a casa por cárcel, aunque algunos de nosotros tuvimos la dicha de tener a nuestras familias un poco más unidas.
Luego de unos días del confinamiento, algunas empresas les garantizaron a algunos de sus trabajadores (luego de hacer recorte de personal) al trabajo desde casa, cosa que fue bien recibido por los jóvenes, y difícil de adaptarse para las personas mayores, aunque todos ellos pensaran en algo en común; ahorrar tiempo para disfrutar más con su familiares.
A la par, (o casi) los directores de las instituciones educativas con suficiented recursos (o través voy a echar la misma cantaleta) les avisaron a sus estudiantes y docentes sobre las clases virtuales, entrando en la misma frase con el teletrabajo.
Los que no podían tener teletrabajo o clases virtuales (ya sea por su trabajo completamente presencial, como la industria textil, industrial, farmacológica, etc), su carente conexión a internet (y los setenta mil millones que se abudineó una ministra de las TIC) o por algún otro motivo, tuvieron que rebuscarse la manera de seguir adelante, ya sea que sus profesores les dejaran las guías en sus hogares e instituciones, ya sea a mula o a caballo por las trochas, o buscar el sustento diario en el rebusque.
Lamentablemente, los que llevaron más del bulto fue la clase trabajadora (esa que se parte la espalda por recibir unas cuantas monedas) y la hipocresía de algunas personas diciéndoles que debían ser felices a pesar de las dificultades desde la comodidad de sus grandes casas.
El positivismo tóxico estuvo más presente que nunca, los charlatanes del gurú, de los empresarios, del éxito, de la autoayuda les metieron una buena labia al decirles "echenle ganas" cuando en el fondo esa frase es como echarle una gota de agua a una grave quemadura.
La gente vivía con sosobra el futuro cercano, a los líderes sociales y ambientales los mataban como moscas y algunos aprovecharon para hacer lo que quisiesen.
La gente trató de separar la paja del trigo con sus senadores, los que les ayudaban con lo necesario de los que solo los alimentaba con una bolsita de mercado cuando se humillban ante ellos de los que no hacían nada por su integridad.
Cada día se hizo más crudo de afrontar la nueva realidad, el positivismo se volvió realmente tóxico al saber que el llanto no era para débiles, y esa mi... de "échele ganas" no sirve para un caraj...
Las personas que pedían un poco de comida, las ahuyentaron al decirles "trabajen, vagos" y mi mente pensaba en una persona que deberían sacar de la política para no hacer más miserable a la gente que padece miserias.
Cada día me sentía con esas ganas de tirar la toalla y consumir algo de cianuro al comerme una que otra semilla de manzana de vez en cuando para terminar con esta miseria que cada día estaba carcomiendo mi mente, pero lo que me salvé a mi mismo al recordar los buenos momentos que pasé antes de todo esto, como mi septimo cumpleaños, las risas de los que ya están ahora (no me refiero a los muertos, me refiero a los que se fueron de la ciudad) y los momentos de recocha que pasaba junto a un montón de desconocidos durante un retiro espiritual.
Y ahí es donde proviene la frase "los buenos recuerdos son como el calor de la luz en medio de las noches más oscuras"
Toda esta vaina desencadenó en una protesta al recibir la noticia de que un miserable quiere que la gente sea más miserable de lo que ya era; como si dijera "si ustedes comen dos migas de pan al día, con la reforma tributaria solo van a comer una al día" la cual, fue la gota que derramó el vaso e hizo unas manifestaciones que no se han visto desde el paro agrario de dos mil trece.
Año y Medio después, los mismos que no ayudaron a las personas a darles una vida digna, se rebajaron para conseguir votos, cosa que a un poco más de la mitad no les funcionó, dejándolos en el "pabellón de los quemados" aunque otros se salvaron, no puedo decir que todos lo hicieron por medios moralmente correctos.