¿Dónde estás?

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Justin

Al llegar a la oficina, no había rastros de Maggie. Su escritorio estaba vacío y encima del mío había quedado la carta de renuncia. Su móvil apagado, el de la casa de su hermano no respondía. El personal de la oficina negó saber algo al respecto, pero sus rostros nerviosos me hicieron dudar. Le marco a la única persona que puede darme información.

—Nathan...

—¿Sucedió algo a Maggie?

La pregunta es una respuesta a mi inquietud. La mala noticia es que desconoce el paradero de su hermana y se siente tan preocupado como yo, la buena que la renuncia fue en común acuerdo entre ambos.

—La hicimos anoche, estuvimos de acuerdo en que era lo mejor —me dice —ella al igual que tu ha estado enviado su currículo, estuviste de acuerdo.

Nathan era conocedor de la buena noticia desde que recibí el email. Todo estaba marchando según lo planeado, mi casi cuñado a cargo y papá dejando claro que no era su heredero. Todos estuvieron de acuerdo, Bruna estaría al mando (por lo menos en papel) de absolutamente toda nuestra fortuna, una que por fortuna nunca estuvo en mis manos.

Keira solo podía aspirar a quitarme un porcentaje del fideicomiso, en caso remoto que pudiera ganar.

—¿Tienes idea de un lugar en que pueda estar? —pregunto al fin.

—Le dije que la llamaría en cuanto tuviera tiempo, pero no he podido. —confiesa —he estado esperando a tu padre, pero nadie me da razón de él.

Me pide ir al apartamento, ella pudo cansarse e irse a casa. Yo lo dudo, Maggie no era de las que se iba sin esperarme. Nos prometemos hablarnos si sabemos algo, llamara a su familia y al ministro.

—No hay que hacer una tormenta en un vaso de agua. Le cogió la tarde, se le olvidó decirte, hay tantas posibles respuestas...

—Ninguna de ellas me convence —le interrumpo con la vista fija en el suelo —espero tu llamada.

Cuelgo el móvil levantándome del escritorio. Avanzo hacia lo que ha llamado mi atención y me arrodillo en el sitio. Varios trozos de tres o dos centímetros, en el primero es visible partes de la firma de mi padre, el siguiente extracto de una cifra. Cada trozo de papel que extraigo del suelo me va dando una idea del contenido.

—Nathan te está esperando —le digo a la presencia en zapatos negros relucientes que se acercan a mi vista.

—Lo que estas a punto de hacer es descabellado.

—Estuviste de acuerdo...

Le recuerdo concentrado en mi labor e ignoro lo que sigue diciendo. La curiosidad de saber el valor que tengo para él me impide dejar de buscar los trozos del suelo. Obtengo los suficientes para incorporarme y los lanzo al escritorio de Maggie empezando a unirlos.

—El problema contigo es que todo lo vez fácil.

Nunca dije que lo sería, estaba claro para mí que no lo era. La tarde de ayer recibí la noticia que estaba esperando. Una importante empresa de este país a donde había enviado mi currículo se había interesado en él.

Contaría con un empleo y por eso había renunciado. Fue Jocelyn Austen, quien aceptó mi renuncia y solicitó a Nathan ir a Berlín. Todo estaba marchando excelente, papá estaba de acuerdo en todo. Mintió, al decir que me apoyaría, lo que no era del todo raro viniendo de él.

Saber que había renunciado le hizo entender que tan decidido estaba. De pronto, ya no era tan condescendiente. Esta mañana llamó soltando toda la furia, veneno y frustración sobre Maggie. Cuando ella llegó esta mañana yo acababa de colgarle en medio de una descripción despectiva sobre la que sería mi próxima esposa.

infielesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora