Nos hemos desviado de la vía principal. Atrás quedó la vía asfaltada, ahora lo hacíamos por un camino estrecho y polvoriento. El ministro señaló que estábamos en los terrenos de los padres del novio.
Sin embargo, luego de casi hora y media no hay señales de casa, choza o civilización alguna. Salvo un par de siervos, muchos conejos y aves, no hay más seres vivientes a la vista. Una extensa pradera verde y el azul del cielo. Ambos colores se fusionaban a la distancia.
El viaje ha logrado calmarme, pese al miedo de que la vieja Ford Mustang, la camioneta del ministro, se rindiera y acabara por dejarnos tirados. Mi mirada deja de ver el hermoso paisaje para centrarme en la aguja de gasolina, los frenos y hasta en la palanca de cambios.
—¿Falta mucho? —le pregunto al ministro viendo como pasa a primera y seguimos avanzando.
Ya podría verme empujando el auto del ministro, en mitad de la nada y sin señal. Hace dos horas las barras que indican la señal en mi móvil se fueron apagando una a una y dejándonos en las manos del creador, la vieja camioneta y la destreza del chofer.
—¿No te gusta la compañía? —sonríe al mirarme algo aburrido y niego.
—No se lo tome personal. Últimamente hasta mi compañía me molesta.
Por largos segundos no hace comentarios, aleja su mano de la palanca de cambios y la apoya en el volante. Es un gran conversador, con una vasta diversidad de temas, soy yo el que no me considero buena compañía.
El vehículo no contribuye a mi estado de ánimo, tampoco lo hace los saltos que damos al acabar los neumáticos en un bache.
—Me agobia no saber porque se fue ¿Qué es más importante que nuestros planes? —comento rompiendo el silencio viendo el verde hacerse cada vez más amplio.
—Es normal sentirse defraudado o defraudar. Somos humanos y cometer errores hace parte de crecer.
Niego, porque no me siento defraudado o herido. El silencio de Maggie encierra un misterio más poderoso, uno al que no he podido acceder. ¿No me amó en realidad? Pueda que mi padre tenga razón y ella se alejó...
¡No! Ella no es así.
El viejo motor ruge en algunos momentos, hasta parece lanzar protestas y no dudo que maldiciones cuando empieza a subir una pequeña colina.
—No me siento defraudado.
Le explico pasando mis manos por el pantalón con nerviosismo. Puedo sentir los ojos del predicador sobre mí, pero estoy intentando buscar las palabras correctas. Sin dejar de ver la inclinada colina y orando que el viejo motor logre llegar.
—Vacío, sin fuerzas y lleno de temor. —hablo detallando encima de los árboles los rayos del sol —por mencionar algunas. Vivo en la agonía constante de estarme perdiendo algo importante. Maggie huyó por una razón poderosa.
Suena descabellado, pero es como lo veo. El ministro Johnson permanece en silencio y en la distancia empieza a verse las tejas rojas de una edificación. El paisaje cambia, empieza a mostrarse arbustos más grandes, arboles, sembrados y animales de granja.
—Creí que tu padre tuvo que ver con ello.
—Puede que sí, pero no del todo. —confieso.
Maggie sabía que mi padre era "difícil", no le di detalles, aun así, era lo suficientemente lista para deducirlo. Nathan lo había tratado en muchas ocasiones, así que ella conocía como era o se había hecho a una idea.
—Maggie sabía el carácter difícil de mi padre, le narré mi infancia. —el ministro deja de ver al frente y me dedica una mirada perspicaz antes de responder.
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infieles
Romance¿Qué harías si un buen día descubres que tu esposo, te es infiel y que la coprotagonista de esta historia es tu mejor amiga? Sí. Tu mejor amiga, aquella con la has compartido buenos y malos momentos, la misma que quiso casarse el mismo día que tú lo...