Capítulo 16. Obstáculos

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Martes, 24 de noviembre, 2015.


Barcelona.


Raquel se despertó muy pesadamente. Parpadeó lento, acostumbrándose a la luz que entraba ligeramente por la ventana. Se giró hacia el lado de Sergio y vio la hora de su mesa de noche, eran las 10:47 de la mañana.

Pasó su mano por la cama, había estado lejos de casa casi un mes. Había extrañado esa comodidad a la que se había acostumbrado, había extrañado sentirlo por las noches a su lado. Había extrañado que le despertara para despedirse con un beso antes de irse a trabajar. Cosa que no había hecho el día de hoy.

Se paró y cruzó directo al baño. A pesar de que no se sentía lo suficientemente motivada, se lavó la cara, los dientes y se quedó mirando en el espejo un buen momento. Estaba demacrada y las ojeras se le notaban lo suficiente.

Se dirigió nuevamente a la habitación. No tenía ninguna intención de nada más que seguir acostada, esperando que Sergio regresara. Se sentó en la cama y en eso, escuchó unos pasos acercándose a la habitación. Frunció el ceño, volteando a ver hacia la puerta. Esta se abrió lentamente.

Y ahí estaba él.

―Hola ―le saludó, entrando y acercándose. Se agachó en cuclillas frente a ella. Se quedaron viendo por unos momentos y este rompió aquel congelamiento de miradas, posando su mano en su vientre, acariciándole levemente―. ¿Cómo te sientes? ―murmuró.

Raquel parpadeó sin entender que hacía ahí, pero lo agradeció al máximo. Apretó los labios y meneó la cabeza. Este suspiró levemente, esperando una respuesta. Lo jaló suavemente hacia ella para abrazarlo. Lo apretó y soltó también un suspiro pesado. Tenía ganas de llorar, a pesar de que todo el fin de semana se había pasado haciéndolo. Le arrugó la playera, mientras sus lágrimas empezaban a salir, empapando el lado de su hombro. No se habían dirigido tanto la palabra desde aquel suceso, ni cuando volvieron del viaje. Soltó el sollozo, y este le acarició la espalda, dejando que lo haga.

Después de un momento, se separó para poder verle la cara. Le acarició la mejilla y le pasó un mechón detrás de la oreja. Tenía la mirada hacia abajo, sus pestañas ya estaban juntas de lo empapadas que estaban y este posó su mano en su mentón para que lo viese. Lo hizo momentáneamente y volvió a mirar hacia abajo.

―Pensé que te fuiste sin despedirte ―murmuró.

―No lo haría ―le sonrió levemente y ella le miró, asintiendo, mientras sorbía.

―¿Qué haces aquí? ―preguntó confundida. Pues habían llegado el lunes por la tarde y el saber que estaba ahí, significaba que había faltado a clase ya dos días.

―Le hablé al sustituto para que me supla también hoy. No quería dejarte sola ―posó su mano en su vientre y ella desvió su mirada hacia ahí―. Pasó casi un mes, pero es increíble lo que ha crecido ―ella asintió y apretó los labios.

Tardó unos minutos en atreverse a hacer dicha pregunta.

―¿En qué momento llegaste? ―susurró, tragando saliva. Sergio comprendió a que se refería a Sevilla.





viernes, 2 de noviembre.

4:54 pm.

―Julián ―habló Sergio cuando lo vio dentro de la casa. Esta estaba abierta, dejando la entrada a las amistades de su madre para que pasasen. Este se detuvo y le miró. Sergio asintió y se acercó para darle un abrazo―. Lo siento mucho.

De septiembre y para siempre | Serquel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora