Capítulo 18. ¿Qué pasa?

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Sábado, 19 de diciembre, 2015.


Madrid.


Al cabo de una semana, Sergio salió de vacaciones y decidieron irse un día después directo a Madrid, para tener tiempo antes de las festividades, ya sea para ordenar un poco la casa de Raquel y comprar los regalos, ya que no le vieron caso comprarlos desde Barcelona y llevarlos.

―¿Qué te parece ese? ―le señaló un vestido y volteó a verlo.

―¿Para ti? ―preguntó viéndolo. Raquel bajó los parpados y torció la boca.

―No, como regalo de Mónica ―dijo con tono obvio. Este alzó las cejas y asintió, en forma de disculpa―. Sergio yo no entro ahí ―comentó burlona y él se soltó a reír, apenado―. No te rías de mí ―siguió esta, contagiándose la risa.

―Lo siento ―se pasó la mano por la barba y asintió nuevamente, aprobándolo―. Es lindo. Me recuerda a ti.

―¿A mí? ―miró el vestido nuevamente, con el ceño fruncido.

―Traías uno similar cuando me fuisteis a recoger a la estación cuando vine ―le sonrió, recordando.

―Es verdad ―asintió y le miró, devolviendo la sonrisa―. Bien que me miraste ese día desde del coche ―le empujó ligeramente en el hombro con el suyo, recordando el momento fuera de la cafetería.

―¿Y cómo no? Si estabas preciosa ―contestó como si nada y Raquel sintió su corazón emocionarse, mordiéndose el labio inferior.

―Ya ―murmuró viendo hacia otro lado.

―¿Qué? ―sonrió este, acercándose a ella, mientras esta negaba.

―Es que no puedo creerlo de verdad.

―¿Creer qué? ―le devolvió el ligero empujón para que le mirara.

―Lo enamorada que estoy de ti ―confesó, viéndolo a los ojos. Este se apenó, que fue ahora quien cortó tal contacto visual, mirando al piso, conservando su sonrisa. Se rio leve y ella se acercó todavía más, disminuyendo aquella distancia que les quedaba―. ¿Qué?

―Nada ―negó y apretó los labios, provocando que se le marcasen los hoyuelos en las mejillas―. Que me cuesta creer a mí también que estás conmigo.

―Estamos en una tienda... ―hizo una pausa―. Y no podemos follar ahora aquí.

Se quedaron viendo por tal momento. Sergio sabía que eso había sido una petición.

―¿Quieres follar?


...


Sergio la sostenía con mucho cuidado, pero Raquel seguía haciendo los pocos movimientos que le permitía su vientre. No era cómodo follar en la parte trasera del auto, pero las ganas y la aventura podía más con ellos. Raquel gimió y Sergio apretó ligeramente sus tetas, cegado de excitación.

―No, ahí no ―jadeó Raquel, mientras negaba con la cabeza―. Me duelen.

―Joder ―gruño, echando la cabeza para atrás―. Lo siento mucho ―Raquel se tumbó en su pecho y este le miró de inmediato―. ¿Estás bien?

―Ya me cansé ―confesó, mientras intentaba retomar su respiración.

Con eso Sergio entendió que él debería seguir. Con mil movimientos, intentando no golpearse entre ambos y con los asientos, logró colocarla debajo de él, para que este pudiese seguir.

De septiembre y para siempre | Serquel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora