Capítulo 5. Adiós

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Sergio se acordó de aquel momento en el que Serena y él se habían besado, y que no pudo seguir, debido a que no era Raquel. Había sido días después de que había vuelto. "No hay que aferrarse a las personas nunca." Fue esa la razón, por la que Sergio se había despedido de ella aquel 19 de agosto, confesándole lo que sentía, para poder decirle adiós.

Él ya había tomado una decisión, y sabiendo que estaba embarazada de él, le hacía mil vueltas en su cabeza. En el fondo, aún había algún sentimiento por ella, pero no sabía cómo manejar dicha situación. Ella le había dejado claro, "No te estoy pidiendo volver solo por esto" claro que no, pero si esa eran sus palabras ¿Por qué se había quedado estática ante aquella cercanía? Sí él ya había tomado una decisión ¿Por qué no se alejaba?

―Hay que dormir ya ―rompió este el silencio en dicha habitación. Ella solo asintió. Y aquel toque, aquella cercanía, se terminó.



Al día siguiente, Raquel se terminó despertando a medio día. Estaba cansada, tenía todo acumulado. Sergio lo entendía, por lo que la dejó descansar y él se puso a hacer sus cosas. Habían quedado que ese día irían de compras, así que apenas Raquel terminó de desayunar casi a la una de la tarde, se arregló para ir.

Sergio abrió la puerta del departamento y Raquel salió de primero, después retrocedió y él le miró, confundido.

―Mi tarjeta está en mi mochila ―dijo recordando, este asintió y la vio entrar trotando, en dirección a la habitación.

Salió del departamento y escuchó como la puerta de al lado igual se abría. En eso, Serena salió y le miró, con una sonrisa y frunció el ceño, divertida ¿Qué hacía ahí parado?

―Marquina ―le habló, aún con aquella sonrisa en la cara, cerró la puerta y se dispuso a ponerle seguro.

―Hey ―dijo este mirando la perilla, y después a ella, cuando esta terminó de cerrar―. ¿A dónde vas?

Esta comenzó a caminar en su dirección, tenía que pasar al lado de él para poder irse.

―Voy a ir a almorzar con Em... ―se interrumpió a sí misma, cuando Raquel se asomó en la puerta del departamento. Esta detuvo sus pasos―. ¡Raquel, hola!

―Hola Serena.

―¿De nuevo de visita? ―ella asintió―. Sergio ¿Por qué no me dijiste que Raquel estaba aquí? ―Raquel miró a Sergio, quien se ajustó las gafas y volvió a mirarla.

¿Por qué tendría que decírtelo?

―Sí ―contestó ella, ante su primera pregunta.

―¡Genial! ―contestó rápidamente―. Me tengo que ir, pero ―dijo, comenzando a caminar otra vez―. Nos estaremos viendo por aquí, entonces ―le saludó con la mano, Raquel hizo lo mismo y Sergio cerró la puerta del departamento, para poder ponerle seguro―. Oh, les espero entonces ―dijo viendo sus movimientos, quedándose parada en la puerta del elevador―. Así bajamos en el mismo.

Las puertas se abrieron y esta esperó a que ellos pasaran para poder entrar.

―Deja, yo lo veo ―le dijo Sergio, haciéndole un ademan para que pasara. Ella le sonrió y pasó, posicionándose al lado de Raquel.

―¡Que gusto volver a verte! ―le sonrió a Raquel―. A ti no tanta, que te he visto en la mañana ―se rio mirando a Sergio. Raquel frunció ligeramente el ceño, tras no entender―. Dios, me duele todo el cuerpo, nos pusieron hoy una rutina, que te mueres ―negó, mordiéndose el labio mirando hacia el frente.

De septiembre y para siempre | Serquel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora