Capítulo 8. Malicia

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30 de septiembre, 2015.


Raquel estaba colgando la última prenda en el clóset de Sergio. Suspiró y observó el contraste que hacían sus prendas. Sonrió por un momento, al ver tal acto de tener clóset compartido con alguien, específicamente con un hombre. El ruido de la puerta de entrada la sacó de sus pensamientos. Por lo que salió de la habitación para ir a ver a Sergio, quien estaba regresando del trabajo.

―Hola ―sonrió, acercándose a la cocina para poder cenar. Se habían comunicado minutos atrás. Sergio había ordenado comida a domicilio y esta lo recibió. Ya tenía un poco de haber llegado por lo que, Sergio también directamente se acercó a la cocina para poder comer.

―Hola ―le devolvió la sonrisa, quitándose el saco y colocándolo detrás de la silla de la meseta―. Que bien huele ―añadió, cuando Raquel abrió el plástico donde venía la comida―. ¿Por qué no comiste?

―Te quería esperar ―dijo pasándole un cubierto, este le sonrió en forma de agradecimiento―. Aproveché y desempaqué todo de una vez ―le comentó y este se le quedó viendo con una mueca. Había dicho que quería ayudarle para que no hiciese tanto esfuerzo―. Si no llegabas en cinco minutos sí que iba a comer ―siguió.

―¿Cómo estás? ―preguntó, llevándose un bocado a la boca―. ¿Hiciste algo más?

―Bien ―asintió, imitándolo. Una vez que tragó, volvió a hablar―. ¿Y tú? ¿Qué tal el trabajo? ―este suspiró y negó―. ¿Qué?

―Bien igual ―hizo una pausa―. Un poco agotador. Un alumno me reclamó una calificación, pero pues no he podido hacer nada, es la nota que ha sacado ―Raquel apretó los labios, realmente vio como se había tensado al tocar el tema―. Ha sido grosero, no me gusta lidiar con ellos cuando se ponen así. Honestamente me ha puesto un poco de malhumor ―le dedicó una ligera sonrisa, intentando no verla.

Raquel se quedó callada, llevándose más comida a la boca. El silencio apareció, sin ser incómodo. Sergio la miró fugazmente y le volvió a sonreír, posando nuevamente su vista en la comida para seguir, pero esta no se lo devolvió, solo lo observaba. Lo había visto de muchas maneras, pero enojado en su totalidad no. Sin embargo, intentaba no mostrarse así, porque el problema no era con ella.

―¿Y... qué sueles haces cuando eso pasa? ―murmuró. Este alzó sus hombros y luego los bajó, sin mirarla.

Esta tenía las hormonas completamente alborotadas. A pesar de que habían quedado que no serían pareja ―aún―, sintió una inmensa necesidad de acercarse a él, para destensarlo, quizá... con un abrazo, o un beso.



lunes, 28 de septiembre.

11:10pm


―Sergio... ―dijo Raquel, y alzó la cabeza para poder mirarlo. Estaban acostados, tapados con una sábana.

―¿Hum? ―este la miró también, y llevó su mano a su cara, apartándole un mechón de ella.

―Voy a volver ―murmuró―. Pero ―hizo una pausa―. Sé que necesitas tu espacio.

Este frunció el ceño y ella dejó de verlo, volviendo a apoyar su cabeza en su pecho, solo para que le escuchase.

De septiembre y para siempre | Serquel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora