Capítulo 4. Déjate llevar

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11 de septiembre, 2015.


Llegó el día en que Raquel viajaría para mudarse oficialmente con Sergio. Había podido solucionar los problemas que se podría decir que tenía. Habló con Bernardo, su jefe, para poder aplicar todo su trabajo en línea. Además de eso, él le platicó que Alicia aún le preguntaba por ella. Raquel le había dicho que le dijera que la veía bien y nada más. Para esta ocasión, le pidió de favor que no le comentara absolutamente nada de que se iba, y mucho menos a Barcelona. Ella confiaba en él y sabría que no sería problema.

Por otro lado, su hermano, Julián...

"―¡¿Qué te vas a dónde?! ―este alzó las voz, a través del teléfono―. Hermana, que a mí no me engañas, este tío, Sergio, es de ahí. ¿Te estás yendo con él?"

Él, bueno... reaccionó al escuchar "Barcelona" sabía que ahí estaba Sergio.

"―¡¿Qué estás qué?! ―volvió a gritar, cuando Raquel le confesó el por qué se iba―. No me jodas Raquel.

Y la noticia, tampoco fue algo que iba a pasar desapercibido.

"―La he cagado, Julián ―murmuró esta.

―Es que... Raquel ―soltó un suspiro. Sabía que estaría pasándose la mano por la cara, frustrado―. ¿Qué coño ha pasado?"

Cambiaron la llamada a video, para que Raquel pueda contarle más a detalle la situación. Pues ya sabía parte de cuando Sergio había sido grosero al decirle lo de mexicano. Julián no se había enterado de todo lo que había pasado al final y quedó completamente sorprendido, pues cuando se fue, habían hablado un par de veces y Raquel le había mentido, diciéndole que todo estaba bien, que al final no quedaron juntos, pero que estaban bien.

Y por su casa no había mucho que hacer. Se deshizo poco a poco de toda la comida que tenía que ser refrigerada. Ella se llevaba muy bien con sus vecinos, y sabía que su casa estaba a salvo con ellos, al menos para vigilar de vez en cuando que se necesite. No iba a vender sus cosas, no iba a darla rentada, nada de eso, porque ella sabía que, si algo no funcionaba en Barcelona, tendría la certeza de volver a casa, y fingir como si no se hubiese ido.

Había podido ir al médico. Todo estaba en orden. Según los cálculos de este, estaría entre el tercer mes del embarazo, pues suelen contar el inicio de este, dado el último día del período. Antes de salir de casa, Raquel se había mirado en el espejo y su vientre era un poco más notorio de cuando fue a ver a Sergio hace diecinueve días atrás. Ella, al intentar ocultárselo a las personas, usaba la poca ropa floja que tenía y, por ende, no solía verse a sí misma lo suficiente, a pesar de que iba conociendo aquellas nuevas sensaciones que le hacían recordar que un bebé estaba creciendo en su interior.

Raquel había tomado ya sus maletas. Sergio estaba ahí parado esperándola, mirando hacia otro lado, distraído. Se estaba acercando a él, cuando volteó. Ella solo pudo pensar en lo guapo que se veía, con su traje y corbata. Estaba saliendo del trabajo. Sabía que, si ese había sido su primer pensamiento al verlo, estaba jodida. Se posicionó frente a él y se quedaron mirando fijamente a los ojos. ¿Qué estaban haciendo? Estaban por comenzar una aventura. Vivir juntos, sin ser algo. Tener un hijo, sin ser algo. No sabían si hacían lo correcto, pero ahí estaban. Sergio le quitó la mochila de su hombro, para él colgársela. Ella miró hacia abajo y este le tomó de la barbilla, para que la mirase.

―¿Lista? ―murmuró este.

Por supuesto que no.


De septiembre y para siempre | Serquel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora