¿Melón o Pepino? [+18]

Capitulo 33

Al día siguiente:

Mi mamá me levantó a las 6 de la mañana. Mis ojeras estaban tan grandes que parecían bolsas de madres canguro. Salimos de la privada donde vivíamos, yo me puse unas gafas y una gorra. Adicionalmente me puse una chaqueta con el cuello alto para que los paparazis no vieran mi jeta. Si. Estaba muy consciente de que esto ya no era necesario ya que mi cara era publica ahora, pero aún así no quería que más fotos mías estuvieran en primera plana del periódico electrónico de todo el país e incluso internacionalmente.

Estaba casi segura que mi familia en México ya sabía la razón por la que estábamos prácticamente huyendo del país. Sentía vergüenza, debía admitirlo. Como ya habrán notado, no soy del tipo de persona que se arrepiente de lo que hace. Pero eso es porque generalmente solo me afecta a mí y no a terceros. Pero esta vez, la había embarrado. Los papás de Edric y Alex estaban involucrados y encima, los míos igual. E incluso podría comenzar futuras peleas entre bandos. El asunto ya parecía una roca siendo arrojada a un lago, las ondas se hacían cada vez más grandes.

La mayor parte del vuelo me la pasé pensando en mi respuesta a Edric. Y como es que esto también afectaría a Pepino. Al fin y al cabo, Pepino y yo fuimos pareja, aunque sea por un periodo corto de tiempo. Y le había faltado demasiado al respeto ya.

La otra parte del vuelo me la pasé peleando con una azafata y una viejita que iba con su nieto a Guanajuato. Les explico. Resulta que el pinche niño no se callaba el hocico, entonces se me ocurrió la maravillosa idea de poner una película de terror. El resultado: el niño quedó traumado y la vieja me culpaba a mí. Luego llegó la azafata y se puso de su parte, por lo que simplemente contesté con un "pues no es mi culpa que usted ponga a un mocoso atrás de mi" me encogí de brazos y me puse mis audífonos. Las ignoré por completo, lo que las hizo enfurecer más.

Al bajar, mis padres me estaban regañando por lo que había sucedido. Ellos sabían de sobra que mi paciencia era poca, pero, aun así, decidieron reprenderme por mis actos. La azafata me odiaba, me miraba como si me quisiera matar mientras se disculpaba con la vieja pedorra y con el niño.

Recogimos las maletas y fuimos a la sala de esperas donde estaba una familia escandalosa esperándonos, con carteles y todo el pedo. Sentí que mi cara se estaba haciendo viejita mientras repasaba las caras de mis familiares que nos miraban con admiración y felicidad.

No era de impresionarse. Casi nunca veían a mi mamá, así como conmigo, ellos muy de vez en cuando hablaban con ella. Como dije al inicio de todo esto, su trabajo era demasiado demandante que no tenía tiempo para casi nadie. Pero últimamente estaba demasiado atenta a mi vida, cosa inusual.

––¡Ay esto parece un sueño, no puedo creer que estén aquí! ––dijo mi tía abrazando fuerte a mi mamá, ella soltó unas lágrimas. Nunca la había visto tan emotiva, pero la comprendía ya que estuvo demasiado tiempo separada de ellos.

Mi tía se dio cuenta de mi presencia y me fundió en un abrazo. Yo creo que todos los adolescentes del planeta, o al menos los de este lado del charco, hemos estado en esta situación. No conozco a esta señora demasiado, no soy apegada a ella. Pero justo ahora me abraza como si me hubiera criado ella misma. Así que yo tengo que forzar una sonrisa hipócrita para que la doñita no se sienta mal. ¿Entienden de lo que hablo?

––¡Ya estás bien grande mija! Me acuerdo cuando eras bebé y te cargaba. ––Y aquí estamos de nuevo, volver a mi tierra era volver a que me recordaran cuantas personas me cargaron cuando estaba bebé y contar anécdotas vergonzosas de cuando estaba bebé.

––Yo... no me acuerdo de eso, tía. ––contesté, ella echó una carcajada y mi papá me pellizcó mi única lonja, eché un brinquito y acabe parada en frente de un niño como de unos 11 años aproximadamente, la última vez que supe de su existencia apenas era un feto... literalmente.