XXI

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Vamos camino a no sé dónde. Solo estoy consciente que en el lugar será para conseguir un auto para movernos, ya que como lo dijo Hyuga,  puede ser que estén buscando la matrícula de esté.

También me percate de algo que por más que intento, me tiene mareado y con el estómago revuelto.

—¿Que es esa pestilencia?.— le pregunto a la chica que está conduciendo.

Ella solo sonrió, fingiendo demencia.

Trate de no darle más atención al echo que huele a podrido. Bien, para empezar mi fin de semana apestaba.

Llegamos a una especie de taller viejo, en el lugar había dos autos y una motocicleta. El taller estaba a medio camino de la montaña, por lo que solo había árboles al rededor.

—Sígueme.— dijo Hyuga estacionando el auto.—Y no hables.

Antes de que le cuestionara el motivo, ella se bajó primero, encaminándose a entrar, como si fuera su casa y gritando el nombre de un tal Bee. Me baje del auto y la seguí en silencio.

—¡Viejo Bee!

—Ya te escuché niña.— un hombre mayor de piel morena y cabellos y barba blanca apareció de una puerta al fondo.—Si quiera dejas a uno estar en el trono del rey agusto.

El tipo a primera impresión no me agrada. Hice una mueca. Parece el vagabundo de la esquina de tu cuadra. Viste con una camisa de tirantes que en sus mejores tiempos fue blanca y unos pantalones demasiado acampanados, su cabello canoso está agarrado con una especie de trapo rojo. Todo manchado de aceite para carros. Eso sin contar que desde mi posicionó percibo un olor muy fuerte a alcohol y otra cosa que me deja más aturdido que lo que olía el auto de Hyuga.  

—¿Dónde están los chicos?.— pregunta la chica cuando llego a su lado.

—Adentro.— señala una puerta para después poner su vieja mirada en mi.—¿Y este que?.— por el tono de voz empleado, no le agrado.

—Nadie de quién debas preocuparte.— respondo la pelinegra cruzando sus brazos.—Es inofensivo.

—¿Segura?.— el vejete cruza mi espacio personal mirándome de pies a cabeza.—No será un problema.

Ella negó con la cabeza dándole una mirada que no pude descifrar. Bueno, tengo más preguntas en estos momentos, de que hablaran estos dos para pensar de mi como un problema  ¿Problema para quién?

—Ey, estás viva.— una voz desconocida y masculina llama la atención de los tres y giramos hacia la puerta. Por esta va saliendo un par de chicos morenos. Los reconozco como lo amigos de ella.

—Hierva mala nunca muere.— soltó la chica encogiéndose de hombros y saludándolos.

—¿Y el?.— la chica pelirroja me señala.—Andas de niñera.— Hyuga miro de mala gana a la chica por lo que hizo que pusiera los ojos en blanco.—Vale, ten. Ahí viene lo que sobró.— le extendió un sobre café que de inmediato tomo y verifico el contenido.

—¿No me robaste?

—¿Qué me crees?.— la chica se hizo la ofendida, pero solo con la mirada de indiferencia de la pelinegra le respondió.—Bueno, si pensé en hacerlo pero ya que me defendiste de aquel gilipollas no lo hice.— se llevó una mano a la cadera.—¿Estás bien?

—Si ¿tu?.— ella asintió.

—Bueno.— el chico de cabello blanco aplaudió.—Fue un gusto hacer negocios contigo Hina.— sonrió enorme.—Cuando vuelvas a ocupar una mano, hablamos.

Hyuga sonrió. Una sonrisa malvada.
—De echo, ten.— le extendió las llaves del auto a la pelirroja que las miro con curiosidad.

—¿Qué hago con esto?

Mala Influencia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora