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El rostro de Krystal parecía aún más hermoso cuando dormía, su largo cabello claro desparramado en la almohada y su espalda.

La mirada de Jongin viajó por su espalda desnuda hacia sus pálidas nalgas y sus largas piernas.

Se veía tranquila, un aire de satisfacción sobre ella luego del sexo.

Él debería sentirse igualmente satisfecho. Pero no lo estaba.

Vamos a pretender que nunca ocurrió –las palabras de Soo resonaban en su mente–. Olvidémonos de esto.

Los labios de Jongin se contrajeron. Como si fuera probable que se olvidara de Soo volviéndose un estremecido desastre de deseo sobre su regazo. La fuerza pura de ese deseo, esa necesidad, había sido asombrosa. Había parecido incluso doloroso. Pese a haber sabido por semanas que Soo lo quería de ese modo, estaba el saber, y luego estaba el saber. Saber racionalmente que Soo lo deseaba era una cosa; habiendo visto la cara enrojecida, eufórica de Soo después de correrse -después de que él lo había hecho correrse- era completamente otra.

No sabía por qué no podía dejar de pensar en ello. No sabía por qué estaba francamente obsesionando con ello. Había hecho a un sin número de mujeres correrse. Pero Soo... ver esa mirada en la cara de Soo lo golpeó de forma inesperada. Lo hacía sentirse incómodo, porque era algo increíblemente privado, algo que sólo se suponía que vieran los amantes, pero al mismo tiempo... le había gustado. Le había jodidamente gustado. Esa mirada obnubilada en el rostro de Soo presionó algunos botones extraños, retorcidos, profundamente enterrados en él que ni siquiera había sabido que tenía. Tal vez le había gustado porque fue tan increíblemente íntimo. Jongin sabía que era un egoísta bastardo cuando se trataba de Soo: siempre quería saber todo de él, cada uno de sus pensamientos y cada emoción.

Eso aún no explicaba por qué todavía estaba pensando en ello mientras que estaba en la cama con la mujer que amaba.

Suspirando, Jongin estiró la espalda y cerró los ojos.

No fue como si repentinamente notara a Soo de ese modo. No lo fue. Aunque nunca se lo admitiría a Soo, Jongin se había sentido un poco pervertido cuando masturbó a Soo. Se sintió como si estuviera tocando la polla de su hermano. Pero la apariencia de felicidad pura y placer en el rostro de Soo... Jongin no podía sacárselo de la mente, sin importar cuánto lo intentara.

Con una chingada.

Jongin se frotó la cara. Sólo podía desear que lo que pasó ayer no volviera las cosas tensas entre ellos, más tensas de lo que ya estaban. Porque al fin del día, aún no hallaba una solución para el problema de Soo. En todo caso, el incidente había hecho evidente lo desesperado de la situación.

Suspiró.

Junto a él, Krystal se movió un poco.

–¿Por qué no estás dormido? –murmuró, poniéndole su mano en el pecho.

–No puedo dormir –dijo, sin abrir los ojos– ¿Sabes cómo es eso, cuando estás preocupado por algo, y te es imposible apagar el cerebro?

–¿Es por Kyungsoo?

Jongin abrió los ojos.

La encontró mirándolo, enroscando distraídamente un mechón de pelo rubio alrededor de su dedo. Era más claro que el de Soo.

–¿Cómo lo supiste?

–Sé que no tienes problemas en el trabajo y nosotros estamos bien, por lo que solo quedaba Kyungsoo –Krystal lo miró con curiosidad–. No lo he visto por un tiempo, de hecho. Últimamente no me llevas contigo cuando se juntan.

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