–Te ves terrible, Kyungsoo.
Kyungsoo levantó la vista de la taza de té que estaba sosteniendo. Su madre lo miraba especulativamente.
Ella ciertamente no se veía terrible. Como de costumbre, ni un cabello estaba fuera de lugar, su larga melena rubia perfectamente peinada.
–No he dormido bien –admitió Kyungsoo. Había pensado en las palabras de Sehun toda la noche. No había llegado a ninguna determinación, y su propia indecisión lo frustraba.
–No me sorprende –dijo Boah, dedicando una mirada penetrante a su marido sentado al otro extremo dela mesa–. Tu padre no entiende que todavía eres un hombre joven que necesita un horario normal de trabajo y descanso...
–No lo mimes, Boah –Do Yunho dijo con frialdad, sin levantar la vista de su periódico–. Difícilmente es un niño. Tiene veintidós años, y es momento de que asuma alguna responsabilidad en los negocios de la familia.
–Si conocieras a tu hijo en lo absoluto, sabrías que no está interesado en el negocio familiar.
Boah replicó.
–Es un Do –dijo Yunho.
–Y lo lamento cada día –murmuró Boah lo suficientemente alto como para que Yunho la escuchara.
Yunho solo levantó una canosa ceja, sus afilados ojos haciendo una pausa en su esposa antes de establecerse en su hijo. Kyungsoo se enderezó en su silla. Yunho no dijo nada por un momento, sólo observándolo en silencio.
–Kyungsoo, estaré en Cheongwadae hasta la tarde –dijo al fin–. Estoy seguro de que puedes manejar la reunión con Shin Changmin sin mí.
Kyungsoo intentó y fracasó en reprimir una mueca. Las negociaciones comerciales nunca fueron su punto fuerte, y Shim Changmin, el multimillonario dueño de las Industrias Shim, no era un hombre fácil de tratar.
Boah dijo:
–No pongas esa cara, querido. Tendrás arrugas prematuramente –volteando hacia Yunho, arremetió–. No puedes decirlo en serio. Ese hombre es un criminal. Kyungsoo no debería tener que lidiar solo con él.
Generalmente Kyungsoo odiaba los cuidados despóticos de su madre, pero esta vez les daba la bienvenida. No tenía el estado de ánimo para enfrentar a Shim Changmin ahora.
Sin embargo, Yunho no se dejó intimidar.
–Kyungsoo debe aprender a lidiar con esa clase de hombres sin tenerme sosteniendo su mano. Además, Kyungsoo es amigo de su hijo. Eso debería hacer todo más fácil.
Boah rio.
–Eso demuestra lo despistado que eres. Luhan es un chico dulce, pero se parece muy poco al criminal de su padre.
–Shim no es un criminal. Es uno de los hombres más prominentes de Asia.
Boah resopló.
–Tiene negocios con la mafia. Todos lo saben.
–Hasta que se demuestre lo contrario, solo es un rumor malicioso –dijo Yunho–. Y deja de interferir en los asuntos de negocios. Ellos no te conciernen.
–Todo concerniente a mi hijo me concierne.
–Estoy seguro de que Kyungsoo no estará de acuerdo con eso. ¿Kyungsoo?
–Sí, dulzura, dile a tu padre que tu madre tiene razón.
Kyungsoo deseaba poder taparse las orejas con las manos y pretender que esto no estaba sucediendo.
Miró de un padre al otro. Sintiendo desasosiego, comprendió que ya no sentían absolutamente ningún afecto uno por otro. Solían hacerlo; pero ahora ya no quedaba nada, salvo hostilidad y amargura.
No quería ser como ellos.
No quería convertirse en ellos.
–Me tengo que ir –dijo Kyungsoo y se paró.
Ignorando a sus padres, salió de la habitación -salió de la casa- y se metió en su automóvil.
Sabía que era el día libre de Jongin. Probablemente aún estaría en casa de Junmyeon, tal vez incluso dormido. No era lo ideal, pero no podía esperar más. Si lo hiciera, podría perder los nervios.
Quizás la verdad destruiría su amistad. Tal vez. Probablemente. Pero seguía siendo mejor que imitar el ejemplo de sus padres y convertirse en una persona amargada viviendo una mentira.
No podría.
No lo haría.