Capítulo uno

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Desde hace un par de meses atrás ya lo tenían en la mira.
Si bien siempre se ha dado a conocer por ser un hombre que había heredado un gran capital por parte de sus padres, también se destacaba por ser uno de los pocos millonarios que gusta de brindar donaciones para los más necesitados.

Una de sus actividades que disfrutaba es poder adquirir algunos bienes de lujo, así mismo como pasar tardes amenas encerrado en su inmensa biblioteca de su mansión cuando no tenía algún pendiente de la empresa que lideraba.

Los mismos trabajadores que servían para el señor Dégel sabían de ante mano que cuando el dueño se encerraba en su biblioteca nadie podía molestarlo.

Aquella tarde estaba demasiada tranquila, no necesitaba de salir a dar alguna conferencia o una charla emotiva frente a las televisoras.
Su agenda no tenía anotadas citas a las cuales debía llegar, una de las pocas tardes que podía disfrutar solamente para él.

- Señor Dégel - Habló una adorable jovencita de cabellos rubios atado en una trenza larga con ligeras pecas en sus mejillas y portando un uniforme de sirvienta.

- Dime Fluorite - Respondió Dégel tomando la botes de vino que tenía en frente junto con una copa de cristal.

- Los demás trabajadores se han ido a sus casas y yo... - Titubeó un poco nerviosa, la presencia de su jefe era algo de temer, sobre todo por qué al señor Verseau le gustaba las cosas a la perfección.

- Necesitas retirarte ¿No es así? - Interrumpió con una voz profunda sin dejar esa labor de servirse un poco de vino.

- Si, es que...

- Puedes irte, mañana nos vemos sin falta.

Después de decir esto Dégel se dió la media vuelta para dirigirse a su biblioteca acompañado de su vino.
Fluorite solo logró agradecerle en voz baja puesto que el señor Verseau ya se encontraba lejos de ella.


Desde hace tiempo ambos se habían dedicado a estudiar todos los movimientos del señor Verseau, por un secreto a voces sabían que guardaba una cuantiosa suma de efectivo dentro de su mansión, así mismo como las fuertes sumas en las cuentas de los bancos.

Quitarle un poco de dinero  señor Dégel sería como si le estuvieran robando unas cuantas plantas a un inmenso jardín, nadie se daría cuenta de aquel robo, después de todo si algo que tenía aquel magnate era que no le gustaba ser molestado.

- ¿Ya salieron todos?

- Al parecer aquella chiquilla es la última de la servidumbre de Verseau - Respondió Kardia recargado en el tronco del árbol escondido ante las miradas curiosas.

- Solo tomaremos un poco de su riqueza y nos vamos, nadie lo va a notar; ni siquiera el propio Verseau.

- El jardinero dejó las llaves escondidas bajo las piedras de la entrada.

- Entonces andando.

Kardia fue el primero en comenzar a caminar hasta la entrada de la mansión, mientras que Defteros se acercaba a los cables que suministraban energía eléctrica a la mansión para que las cámaras de seguridad se desactiven.

La calle estaba demasiado sola, eso era un punto a favor de ellos. Rápidamente sacó las llaves que le habían dejado entre las rocas y se dieron paso ambos para poder ingresar a la mansión de aquel magnate.

- Mientras Verseau no salga de su biblioteca estamos del otro lado, no vaya a ser que quiera llamar a la policía.

- Dicen que no sale para nada de ese lugar, podemos hacer el robo rápidamente y el ni siquiera se dará cuenta de nuestra presencia.

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