Capítulo once

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La noche terminó siendo agotadora, Verseau había comenzado con Kardia y culminó atando a Defteros con el arnés para poder satisfacer todos sus gustos con ellos.

Conforme pasaban los días, Dégel cambiaba distintos objetos y también optaba por nuevas posiciones con tal de experimentar con los cuerpo de esos dos griegos quienes lucian un poco cansados después de todo lo que intentaban poner de su parte con tal de cumplir con lo estipulado con Dégel.

Pero como el mismo lo mencionó aquel día, este mundo de bdsm es para disfrute de ambas partes y esa era la mejor parte.
Su meta no eran aquellos intentos de ladrones que entraron a su mansión, su principal objetivo siempre ha sido Camus de Metaxas y todo eso por querer bajarlo de la nube en el que francés se encontraba por qué aquel hombre hermoso se sentía Inalcanzable.

Sumando a ello las intenciones que ambos tienen, es por ello que después de cumplir con Camus les daría una despedida a Defteros y Kardia al día siguiente.

Les había pasado a dejar la orden a los dos griegos que en su cuarto podían descansar todo lo que desearan, también que disfrutaran sus últimos momentos antes de dar por finalizado aquellos encuentros experimentales como lo llamaba Dégel.

Esta noche tenía una cita muy especial en uno de los hoteles cinco estrellas de la ciudad; en la maleta que llevaba consigo además de los documentos que Camus firmaría también tenía guardado algunos objetos que le pueden ayudar a convencer a la pareja del inversionista del señor Milo Metaxas tal y como lo pedía a gritos Camus.

Les dió aviso a su personal de la mansión que tenían la tarde libre, esto por si en dado caso Defteros y Kardia se les ocurría salir de aquel cuarto sin permiso.
Así si ellos lograban escabullirse por lo menos no estaría el personal de la mansión con testigos.

Cuando su auto se estacionó justamente en frente de la entrada del gran hotel "Le Sanctuaire" Dégel esbozó una enorme sonrisa por qué dentro de pocos minutos estaría probando todo aquello que puso en práctica con Defteros y Kardia estos últimos días.

Estuvo a punto de bajarse pero cuando desvió su mirada para atrás se dió cuenta que llegó un auto de color escarlata, por medio del retrovisor pudo ver qué se trataba de Camus y del mismo Milo Metaxas.

Por unos momentos creyó que su idea de estar con Camus terminarían en ese lugar, sin embargo al ver que los dos cruzaron algunas cuantas palabras, Camus se bajó del auto, tomó un pequeño maletín de su asiento, se acomodó su largo cabello llevándolo detrás suyo y a manera de despedida le dió un beso en el aire a Milo quien solo se limitó a despedirse moviendo la mano; segundos después el auto de color escarlata tomó nuevamente su camino dejando a Camus solo en la entrada.

- Tengo que ser discreto con él.

Dégel se retiró el cinturón de seguridad y tomó su maleta para poder bajarse del auto y es.peró que Camus se adelantara dentro del hotel.

- ¿A qué hora lo vengo a recoger señor Verseau? - Preguntó el chófer colocando sus manos sobre el volante.

- Está noche no llegaré a la mansión, puedes irte a tu casa a descansar.

El joven de cabellos castaños que servía al señor Verseau como chófer se quedó sorprendido al ver cómo su jefe bajaba rápidamente del auto.
No era muy común en el que les diera la oportunidad de regresar a casa temprano, sin embargo algo le decía que esa situación con Camus Metaxas le urgía demasiado.

Esperó a que su jefe entrara al hotel y nuevamente tomó la marcha del auto para poder regresarlo a la mansión y de ahí se iría a su casa a descansar.

Dégel apresuró sus pasos, al llegar a la entrada del hotel fue detenido por uno de los guardias del sitio para revisar que todo estuviera en orden.
Cuando Verseau mostró que tenía una reservación en una de las suites del hotel, rápidamente el personal llego para poder ayudarle al señor Dégel con su maleta.

- Bienvenido señor Verseau - Saludo la joven que atendía la recepción mientras le entregaba las llaves - Su cliente lo espera ansioso en la habitación, en unos momentos le haremos llegar unos aperitivos cortesía del hotel.

Dégel firmo la hoja que le entregaron, paso a despedirse de la señorita que lo atendió y con pasos firmes se acercó hasta el hotel para poder llegar a la habitación correspondiente.

Al fin, podría en práctica todo lo que experimentó con sus dos hermosos griegos.
El elevador hizo un sonido agradable anunciando la llegada al piso correspondiente, Dégel se acomodó su saco y se arregló los puños de su camisa mientras se dirigía a la habitación.

Con suavidad colocó la llave dentro del cerrojo y abrió la puerta, su mirada curiosa comenzaba a buscar al francés con quién haría el trato.
Sin embargo cuando cerró la puerta se dió cuenta que detrás de la puerta del baño se encontraba Camus vistiendo únicamente una bata traslúcida de color rojo.











Milo Metaxas no era cualquier tonto qué engañan fácil; desde hace tiempo atrás que tuvieron el gusto de tener una cita forman en la empresa del señor Verseau se dió cuenta de la tensión que su pareja Camus y el dueño de la empresa tenían en ese momento.

Cualquier hombre se pondría intenso, celoso y molesto por saber que su pareja tenía cierto interés en otra; pero tampoco Milo se pondría la soga al cuello el solito.

- ¿Hoy regresa Camus a casa? - Lo cuestionó el chófer mirando a Milo por medio del retrovisor.

- No, y sinceramente no me interesa que haga está noche con Verseau... Mientras a nosotros no nos molesten con eso tengo suficiente Kanon.

El gemelo menor le sonrió por medio del retrovisor, si bien sabía que entre Milo y Camus tenían problemas con sus relaciones sexuales, él siempre estaría para Milo.

Mientras Camus disfrutaba de los momentos donde el fuera el sumiso, que alguien más sea capaz de llevar las riendas del asunto, para Milo era totalmente lo contrario.
Disfrutaba de los encuentros sexuales con un toque de romanticismo, de esas veces que al momento también le hablen cosas lindas al oído.

Si bien Camus pensaba que Milo que le daría todo lo que deseaba en la cama, se equivocó totalmente al ver que ambos tenían demasiadas diferencias y sus encuentros pasionales no llegaban a nada; solo reclamos y peleas entre ellos, frustrados por no lograr satisfacer lo que realmente deseaban con su pareja.

- ¿Al hotel de siempre? - Sugirió el gemelo menor sin dejar de manejar.

- No, está ocasión si me gustaría conocer tu casa.

Kanon le regaló una sonrisa, después de todo ellos tendrían una hermosa noche por disfrutar juntos.

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