Capítulo 9

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Problemas en el paraiso (si es que alguna vez lo fue)

Camille.

La cena transcurre lenta y tortuosa. Me duelen las mejillas de tanto forzar una sonrisa y todavía tengo que aguantar al jefe de Connor hablando maravillas de él como si horas antes no me hubiera arrojado contra su auto.

Pero el señor Kidman y su esposa son amables, así que no tengo nada de que quejarme. Son un matrimonio hermoso y esto solo me sirvió para darme cuenta lo enferma que me estaba volviendo Connor. Cuando la señora Kidman dejó caer accidentalmente su copa de champán, me tensé y esperé a que su esposo le gritara y le dijera lo inútil que era, sin embargo, solo se movió para no mojarse y le sonrió a su esposa.

—Lo siento mucho —se disculpó la mujer, era mayor y tenía el pelo blanco, quizás por las canas, pero era una mujer increíblemente elegante.

Sus ojos azules brillaron por la vergüenza y solamente le sonreí negando.

—No se disculpe —inicia Connor poniendo en función su faceta de hombre perfecto —, solo fue un accidente.

«¡Lo odio tanto!»

Su esposo levantó la mano y llamó al mesero para que le trajera otra copa a su esposa.

—No te preocupes, cariño —le sonríe con ternura. Mi corazón, si es que me queda, se apachurra y grita adolorido —, solo es una copa. ¿No te cortaste?

La mujer niega y mira a su esposo como si fuera el amor de su vida, quizás lo era. Suelto un suspiro tembloroso. Estar aquí me está afectando mucho.

Al final de la cena nos despedimos y mi sonrisa se borró cuando el auto de la pareja desapareció de nuestra vista.

—Sube al auto —rodea el carro hasta la puerta de piloto y me mira cuando no me muevo—. Iremos a mi departamento.

Lo dice como si eso me hiciera moverme y subirme a su auto, complacida.

—No —impongo, y me agradezco a mi misma por la firmeza de mi voz.

—No lo voy a volver a repetir…

—He dicho que no —repito.

—¿Qué es esta repentina valentía tuya, Camille? —inquiere hastiado —. Es por ese imbécil ¿no? ¿También vas a prohibirme que te toque por él? —se burla como si fuera algo divertido y se mueve de su lugar para acercarse a mí —. ¿Tan bien te folla?

Lo empujó con la rabia quemando mi interior. Apenas y lo muevo unos centímetros, pero se pone serio.

—No es por nadie, es por mí —interpongo—, ¿o qué? También me vas a forzar a estar contigo.

—No me importaría hacerlo —amenaza y todo el aire en mi interior se va.

Me trago el miedo y la ira y me escondo detrás de mi falsa valentía.

—Llévame a mi departamento —impongo. No traje mi auto y a esta hora no sé que es más peligroso —. ¿Por qué no te vas con una de tus mujeres? ¿En serio vas a humillarte y forzarme?

Mi voz sale firme, pero mi interior tiembla esperando a que prefiera buscar a una de sus amantes.

—Sube al auto —ordena—. No eres tan buen polvo como para tomarme el tiempo.

Camina de vuelta al auto y yo entro al asiento del copiloto soltando un suspiro de alivio.

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God of deception [Libro#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora