ଽ extra dos

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Bufó con disgusto mientras se forzaba por terminar ese libro de romance tóxico que quería criticar con Samantha, era lo más emocionante de su día si es que se lo preguntaban.

Y también, porque lo que menos deseaba era algo como eso, odiaba tanto cuando le buscaban algo lindo a una relación que claramente tosía de toxicidad.

Pero, quitando eso de lado, de que era su única fuente de entretenimiento en días como esos; Liam sentía que todo era más que monotonía en su vida: el hecho de tener que despertar, alistarse, comer e ir a la escuela no era tan emocionante, no como creyó que sería cuando leía esos libros de romance juvenil. Más bien, todo era más estresante y feo, y esto empeoraba cada que el tiempo pasaba.

Es decir, llegar a la escuela, entregar las tareas y hacer las actividades, sumado a comportarse, cuidar de que Samantha no hiciera algo tonto para después ir a la biblioteca, y regresar con un libro nuevo en sus manos.

Ya ni siquiera había algo satisfactorio en ello, no sabía en qué momento se había ido y sólo había quedado la sensación rara de todo eso.

La monotonía no me gustaba, ya no, no había nada bueno en ella pero tampoco es como que pudiera deshacerse de todo eso en lo cual se había obligado a que le gustara.

Parpadeó repetidas veces intentando no dormirse con eso, porque bueno, era su libro favorito a pesar de tener un romance todo meado, más bien era porque le gustaba que al final ella lo terminaba dejando, o porque el personaje secundario le parecía muy encantador. Igual no era como que a la gente le interesara saber lo que pensaba sobre eso.

Alzó la cabeza un poco para descansar, y fue cuando notó el bullicio de dos chicos, más bien de uno en particular, pero no era como que él fuese chismoso y le interesara saber la vida ajena, suficiente tenía con la suya, que le disgustaba cada vez más.

Sobre todo el hijo de su mamá, pero le disgustaba por las razones incorrectas, porque él era muy dulce y siempre le compartía de sus galletas, pero después estaba su mamá; la poca atención que le daba, lo mal que lo trataba con tal de dejar al mocoso en alto, y todo eso le jugaba en su contra porque era un tonto llorón.

Talló su ojo con enojo y volvió su cabeza al libro, por eso es que se refugiaba en ellos, era mejor criticar lo ajeno que lo de uno.

Pasaron los minutos y Liam perdió la cuenta de lo que estaba leyendo, más bien estaba fingiendo que le prestaba atención, porque su cabeza seguía puesta en que no quería llegar a casa.

Y al parecer fue escuchado, porque un ruido lo sacó de su trance, alzando la cabeza de nuevo para prestarle atención al chico que estaba delante suyo; era lindo, recuerda haberlo visto en alguna de sus clases, pero no era como que su memoria fuese la mejor cuando se trataba de gente equis.

Quizás sus ojitos no fueron los más expresivos, o al menos no le fueron a entender lo que él quería. Quizás por eso mismo el chico se puso nervioso y lo mojó con la botella que estaba en su mano.

— ¡P–perdón!

Liam no supo que decir, sólo miraba las páginas del libro mojarse una por una; y sabía que tendría que reponerlo, y que para eso tendría que pedirle dinero a su mamá, soportar un regaño y otra comparación más de su parte.

Cuando cayó en cuenta de que no había aceptado las disculpas del chico, fue cuando se dio cuenta de que aquel ya no estaba.

Y Liam se sentía culpable por ello, casi tanto como el moreno de mirada triste.

¿𝖢𝗈́𝗆𝗈 𝖹𝖺𝗒𝗇 𝖾𝗇𝖺𝗆𝗈𝗋𝗈́ 𝖺 𝖫𝗂𝖺𝗆 𝖯𝖺𝗒𝗇e?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora