Parte 2

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A pesar de que el ambiente en ocasiones se podía cortar con un cuchillo, sobre todo cuando dos archí-enemigo coincidían de frente, todos se apremiaban por comportarse cívicamente, en los salones destinados para el esparcimiento y alimentación.

Los juglares siempre andaban oteando el ambiente para tocar música que enfriara esas ocasiones, invitando al baile, del mismo modo que los bufones, se metían entre medias de las posibles reyertas con sus juegos malabares, aun a riesgo de llevarse algún que otro puntapié.

El murmullo masculino, le hizo levantar la cabeza del plato de viandas que estaba trasegando junto a una cerveza.

El grupo femenino de sarracenas era llamativo, en parte por ser bastante numeroso y en parte porque esa noche se había atrevido a vestir ropa occidental y formal.

Aunque se las veía un tanto inseguras a la hora de manejar los voluminosos faldones, iban regias y majestuosas, sabiendo que no pasaban desapercibidas.

Sobre todo ella.

Nuevamente vestía de verde y con su cabello metido en una redecilla que lo contenía a duras penas. ¿Qué sentiría su mano si pudiese pasearse por esa melena?

#-Se te van a salir los ojos.

*-Déjate de sermones. Dijiste que la conocías. Preséntamela.

#-Esta bien, pero no hare nada más después. Ellas no son como nuestras mujeres.

*-Acaso soy un sátiro para que me estés sermoneando? Solo quiero verla más de cerca.

Caminaron sorteando el mar de personas, hasta llegar al grupo, que parecía moverse como los bancos de pesca, todas a una y huyendo de los depredadores.

Vio como sonreía al reconocer a su amigo.

Vio como la brillaban los ojos al recibir las palabras elocuentes del mismo.

Vio cómo su rostro se tornó serio al ser presentado a ella.

Y aunque le gustaría haber sido Francés para lanzarse a besarla en las mejillas, simplemente cuadro los pies al tiempo que agachaba la cabeza en un saludo casi militar.

#- Como veras Nirak, es un poco serio, no sabe ni distraerse en este tiempo de tregua que disfrutamos, no le culpes, es así, de hecho es su culpa que de nuevo este empuñando la espada en esta ocasión.

*-No digas tales disparates, yo solo te tire un poco de agua bendita por encima después de tu ultima borrachera.

El grupo femenino, agarro a su amigo para interrogarlo, sobre qué y cómo había pasado eso exactamente, dejándoles un poco de intimidad en un salón con más de trescientas almas presentes, entonces se encontró en un aprieto. ¿Qué debía decir a una mujer sarracena que con un solo pestañeo de sus ojos verdes era capaz de clavarle en el suelo?

El Cuento de Burbu y SusuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora