Capítulo 4

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Mika me cae bien, en realidad es un chico que me parece sumamente genuino con una vibra tranquila que es fantástica. No solo porque después de hablar todo el rato, nos quedamos en silencio mirando las estrellas, admirando el cielo y no resulta para nada incomodo, sino porque es la clase de chico sumamente amable con apariencia de chico bueno que, en cierta parte, me recuerda al protagonista de un libro que hace poco he leído.

No, leído no, que me he devorado en día y medio. Las palabras de Avery, que está basado en la vida real, que es algo que, si pasó y que Adler Müller si existe, y yo quiero a alguien como él porque es dulce, le da su lugar a la protagonista, no le preocupa admitir sus sentimientos y que es tan bueno que me hace poner en duda si algún día puedo tener a alguien de su prototipo.

Además de que no tiene masculinidad frágil y los hombres que no la tienen son simplemente superiores.

—¿Cuándo es tu cumpleaños? —le pregunto curiosa, echando un rápido vistazo a mi vaso vacío.

Quiero llenarlo, ya mi cuerpo se acostumbró al alcohol y me pide un poquito más, pero me da flojera volver al centro de la fiesta para servirme. No quiero arruinar el aura que me encierra.

—El veintitrés de enero ¿el tuyo?

Es acuario... igual que yo.

—Siete de febrero —respondo.

No lo digas, no lo digas, no lo hagas.

—Extrovertido, sociable, leal y de fiar —enumero, sin poder quedarme callada.

Mika me mira confundido.

—¿Eh?

Como odio a Jackie por estar tan obsesionada con los signos zodiacales que me hizo aprender las características y perfiles de cada uno de ellos.

—Nada, es... es una tontería de tu signo zodiacal —le resto importancia.

—Ah, vale.

Se frota las manos contra sus tejanos azules y mira hacia arriba, apoyando su cabeza del respaldar del sofá. El rato con Mika se hace infinito, aunque sabemos que los minutos siguen pasando y avanzando, y que el tiempo no se detiene ni por él ni por mí.

Su compañía es sumamente agradable.

Mi teléfono suena, me lo vuelvo a sacar del bolsillo y deslizo mi dedo por la pantalla al mirar que se trata de una de llamada por parte de Shay.

—¿Mande?

Dione se ha puesto muy muy pasada de tragos y ha vomitado en los tacones de Bea que iba saliendo del baño. Tenemos que llevarla a su casa. A todas estas... ¿Dónde estás?

Se que es malo, pero me hace gracia que la pelinegra haya recibido un poco de karma por ser tan idiota. Una sonrisa cruza mis labios.

—Estoy arriba, ya bajo.

¿Con quién estas?

Volteo a ver a Mika solo para verlo observándome curioso. El iris de sus ojos destella, como si un grupo de estrellas habitaran en ellos.

—No te preocupes. Ya voy para allá.

Te esperamos en la camioneta.

Shay finaliza la llamada y yo alejo el teléfono de mi oreja dejando salir un suspiro, me coloco de pie sintiendo como la mirada del chico sigue mis movimientos y me llevo el cabello para atrás mientras me quito su chaqueta de mis hombros.

—¿Qué sucede? —me pregunta.

—Debo irme —le digo—, gracias por acompañarme.

Le devuelvo la chaqueta, él la toma y no deja de verme. No sé cómo despedirme, así que simplemente me voy por lo seguro: lo hago con la mano. Me doy vuelta y voy hacia las escaleras, volviendo por el mismo camino por el cual vinimos hasta aquí. La música vuelve a retumbar en mis oídos cuando las bajo, entro a la casa por la puerta del balcón y me dirijo escalera abajo. Hay personas en las escaleras, pero puedo bajar sin problemas.

Al borde de la genialidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora