Capítulo 9

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El taxi detiene después de varios minutos, la lluvia ha empeorado notablemente. Veo a Mika sacarse del bolsillo de sus jeans su billetera y pasarle un billete al taxista antes de abrir la puerta del vehículo y bajar, pienso que se ira a refugiar de la lluvia, pero se asoma por la puerta y me mira.

—Ven, vamos. Mi edificio está al frente —dice.

Bajo del auto y una vez más la lluvia cae contra mi cuerpo con gotas fuertes, Mika toma mi mano para guiarme y terminamos refugiados bajo un techo que es la entrada de un edificio. 

Doy brinquitos para quitarme el exceso de agua en la ropa, pero es que es inútil.

—Nía ven —me llama, entrando al vestíbulo del edificio y paso detrás suyo, en silencio porque el frio que siento no me deja decir nada. 

Mika saluda a un hombre en la recepción y camina hasta el ascensor cuyas puertas están abiertas, se gira y me mira esperando a que lo alcance, soy un poco lenta. Al ambos estar dentro de la caja metálica, marca el número cinco en los botones a un lado y las puertas se cierran, el ascensor sube y es cuestión de segundos para que se detenga en el piso indicado.

Detrás de mi hay un espejo en la mitad de la pared metálica, veo mi reflejo y hago una mueca sin poder evitarlo, lo que sospeché está hecho: mi cabello esta un desastre y mi labio inferior tirita del frio cada par de segundos. Las puertas se abren y Mika es el primero en salir, él esta igual de mojado que yo pero no parece un chihuahua tembloroso a pesar del clima frio.

Salgo del elevador yendo detrás de él, hay dos puertas en el pasillo mediamente largo. Él mete una llave en la de la izquierda y la puerta se abre, voltea a verme y no necesita decir nada para indicarme que entre de una vez por todas.

Una oleada de calor satisfactoria me invade apenas estoy en el interior del apartamento, cierro los ojos y siento que estoy en el paraíso. Al principio ni siquiera le doy un vistazo al apartamento porque estoy demasiado ocupada aprovechando y disfrutando del calor que la calefacción le brinda a mi cuerpo mojado.

—Déjame prestarte una sudadera y metemos tu suéter en la secadora ¿te parece?

No veo a Mika cuando habla, pero definitivamente si asiento con la cabeza, me tardo unos segundos en abrir los ojos y lo encuentro de pie frente a mi sin camisa, sacudiéndose el cabello.

—Bienvenida a mi hogar —señala a su alrededor y aprovecho a dar un rápido vistazo que detallare más tarde.

Las paredes son blancas, hay un estilo muy conservador y minimalista rodeándonos. Fotos familiares cuelgan de las paredes, al igual que algunos cuadros culturales de algún país de Asia que no conozco. Dejo salir un suspiro mirando a Mika irse por un pasillo ¿lo sigo o no? Mejor lo sigo, él se adentra en una de las puertas y yo también, detrás suyo.

Debe ser su habitación. Me quedo parada en medio del umbral y miro el interior; es espaciosa y al fondo hay un ventanal con luces led de colores en la parte superior que me parecen super guay, pero no es eso lo que más llama mi atención, sino una pared con puntos blancos y estrellas que asimilan ser constelaciones. Es super linda. Hay un arco que conduce a un armario y sobre la cama, unos cajones blancos que van en forma de L hasta el piso y sobre la cama en el espacio que queda por debajo de los cajones, un cuadro rectangular alargado del espacio. 

En la mesa de noche a un lado hay un planetario negro, y frente a la cama esta un escritorio de madera negra, con una computadora de mesa y encima un televisor pantalla plasma mientras que, junto al ventanal, más acá del alfeizar, hay un sillón de dos plazas y un sofá. 

Es una habitación moderna y de ensueño que nunca podría asociar a Mika de no verla con mis propios ojos. También hay una pequeña repisa en la esquina e la cual descansan algunos trofeos y medallas, seguramente por competencias de natación que ha de haber ganado antes.

Al borde de la genialidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora