Capítulo 17

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M I K A 

Un hormigueo doloroso e incómodo me recorre el brazo y no puedo moverlo porque cierta chica rubia está apoyada de mí mientras duerme, no que me queje, pero el entumecimiento hace que me remueva apenas un poco con miedo a despertarla.

Intento ponerme un poco más cómodo de modo a que se me pase el dolor del brazo porque en realidad no quiero dejar ir el momento con Nía, nos hemos quedado dormidos a media película y estoy bastante somnoliento. El hormigueo es lo que me ha despertado, siento la necesidad de querer mover y estirar el brazo, atraigo a Nía un poco hacia mí y respiro profundamente frunciendo las cejas cuando estiro hacia arriba mi brazo que exclama piedad.

Luego vuelvo a dormirme tras bostezar, caigo tan rápido como me he despertado y ella se acurruca en mi pecho. Es el cerrar de una puerta y pasos en el espacio lo que me hacen despertar. No solo a mí, porque Nía también se mueve, viéndose más dormida que despierta.

—¿Eh, hola?

Esa voz la reconozco y rápidamente levanto la mirada y veo al sujeto que está de pie a unos metros de nosotros con los brazos cruzados con la expresión en su rostro bastante seria.

Lo conozco. Es el ex de mi hermana mayor.

Okay... esto... esto es...

—Puedo explicarlo, Dex —musita Nía, colocándose de pie y se acomoda el cabello para atrás.

Me quedo en silencio asimilando la situación y los miro a los dos.

¿Me gusta la hermana menor del ex de mi hermana mayor? Si, me gusta y... y Dios.

Dexter Monroe se me queda mirando como un padre sobreprotector se le queda mirando al novio de su hija y me coloco de pie medio incomodado por la forma en que me observa callado. Tras unos segundos, el cabello oscuro arquea una ceja y entreabre los labios mientras Nía le repite una vez más que puede explicarle la situación.

Bueno esto definitivamente es medio incomodo.

—Nos hemos quedado dormidos mientras veíamos una película, no...-

Él levanta la mano interrumpiéndola sin dejar de mirarme y pienso: este no es el Dexter Monroe que yo conozco, que fue a mi casa cinco meses durante su relación con mi hermana. Este es una versión diferente, una seria y entiendo la razón.

—Son las dos de la mañana —pronuncia, resoplando y aparta la mirada de mí, deteniendo sus ojos en la rubia que por primera vez desde que la conozco, esta sumida en completo silencio y muy quieta—, ¿Qué carajos, Nía?

—Es que nos hemos quedado dormidos, te lo juro.

El mayor pasa sus ojos a mi inspeccionándome. Yo trago. Él no me dice nada, al menos no en un minuto.

—Creo que... que debería irme —digo, siendo lo más razonables. Esto me parece completamente incomodo, de los momentos más incomodos que he vivido en mis diecisiete años de vida.

—Es muy tarde —Nía me observa.

—Quédate en el sofá —me indica el pelinegro. Sospecho que está siendo amable porque me conoce, probablemente de ser otro chico me echaría—, Nía, a tu habitación. Mañana hablamos de esto.

Ella le obedece como no le había visto obedecer a nadie, me mira un momento y luego camina hacia la puerta del dormitorio que la ayudé a ordenar antes, cierra la puerta cuando entra y miro al ex de mi hermana observándome.

—El otro día acompañaste a mi hermana hasta aquí y te vi —dice, señalándome y su tono de voz roza lo serio—, ¿Qué es lo que pretendes con ella, Mika? ¿Te gusta?

Al borde de la genialidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora