Nunca he sido la chica nueva, y serlo por primera vez en un lugar donde todo el mundo se mueve con prisa, me tiene con los nervios a flor de piel porque en ocasiones soy una persona perezosa y casi siempre soy tímida. Bueno, siempre lo soy, a menos que tenga algunos tragos de vodka encima, es que mi personalidad divertida sale a flote, o eso es lo que dicen.
Avalanchas de chicos van con confianza por todo el edificio y yo estoy en la entrada mirando hacia los lados, se supone que tengo que ir a dirección por mi horario, pero no sé dónde queda la dirección y Dexter, apenas y tuvo el tiempo para acompañarme hasta la entrada porque iba retrasado para el hospital. Así que, he llegado temprano, pero no he tenido la decencia de moverme de donde me dejó, porque siento que hare el ridículo.
Por lo que he visto a muchos llegar, entrar y saludar a otros. Me muerdo el labio inferior hasta arrancarme el cuerito y siento un sabor metalizado, el de la sangre, estoy ansiosa. Debo verme ridícula parada como una estatua, ¿por qué me cuesta tanto preguntarle a alguien algo tan simple como dónde queda la dirección?
Porque soy ridícula, he allí la respuesta.
Miro a un grupo de chicos llegar en un auto de lujo descapotado, me llaman la atención porque cuando bajan, me doy cuenta de que son los mismos que vi el otro día cuando estaba con Dexter en aquella cafetería. Llevan las mismas chaquetas y como salidos de una película, la chica y el chico que son pareja, se abrazan mientras los demás se apoyan del auto hablando. Supongo que no tienen intenciones de entrar todavía.
Tres chicos, dos chicas. Uno de ellos le dice algo al grupo y se aleja, camina, camina mirando su teléfono hasta pasarme por al lado e ingresa al edificio como quien se lo conoce de memoria ya que no levanta la mirada del teléfono. Su cabello es oscuro su espalda es ancha, es obvio que hace algún deporte y... ¿Por qué estoy detallándolo?
Meneo la cabeza y sostengo mi teléfono para enviar un mensaje por el chat grupal con mis amigos pidiendo que me rescaten, pero sospecho que ningún está despierto puesto que hay tres horas menos de diferencia entre Stoneford y New York.
Respiro profundamente y tomo la decisión de terminar de entrar al edificio, y con la valentía que no tengo, aventurar a recorrer hasta dar con la dirección, o perderme.
Que sea lo que Dios quiera.
—¿Estás perdida?
Me giro apenas una chica pregunta, es de tez morena y tiene un piercing en la nariz. Es guapa, y lleva una camiseta corta con el logo de My Chemical Romance que me gusta.
—¿Me hablas a mí? —inquiero.
—¿A quién más le hablaría? —ella arquea sus cejas—, ¿acaso hay alguien más que parezca un cachorrito nervioso perdido? Obvio te hablo a ti, boba. Te estoy rescatando, es obvio que eres nueva.
—Ah, que amable.
—Soy Shay —dice.
—Ahm, soy Nía... Nía Monroe.
—Guay ¿de dónde vienes?
—Stoneford —le respondo, y al ver su rostro confundido y extrañado ante la mención del pueblo, agrego—: es un pequeño pueblo aburrido del que nadie nunca habla porque no es interesante, ni tiene atracciones y nunca pasa nada.
—Dices que no es interesante —chasquea—, pero en mi opinión, esos lugares así son los más interesantes que existen porque no tienen visualidad ni se habla de ellos. Por ende, tienen encanto y son místicos.
Sonrío y ella igual. Parece ser muy agradable, y me está rescatando, así que lo agradezco.
—¿Puedes llevarme a la dirección, por favor? Necesito recoger mi horario de clases y saber cuál es mi casillero.
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Al borde de la genialidad
TienerfictieNía Monroe pasa de ser una chica de pueblo a una chica de ciudad en cuestión de un pestañear cuando se muda con su hermano mayor a la sofisticada gran manzana de la que tanto ha escuchado hablar: New York. Pero no solo pasa a ser una chica de ciudad...