Capítulo 19

185 34 4
                                    

Me siento exhausta por todos los eventos del fin de semana, entre ir de fiesta el sábado, madrugar en la azotea del edificio donde se festejaba y luego ir a trabajar el domingo al mediodía, estoy muerta y parezco zombie cuando llego a Grand Beaufort extrañando mi cama y la almohada.

Pero toda perdida de sueño vale la pena cuando recuerdo la madrugada del sábado con Mika desde el hecho de que bailamos hasta cuando estuvimos en la azotea hablando desde constelaciones hasta los condones que repartieron temprano y luego volvimos a besarnos un rato, varias veces.

El tema de los preservativos surgió porque en un momento que me saqué el teléfono del bolsillo, el sobre morado del condón se vino con el iPhone.

—¿No te parece raro que repartan preservativos? —le pregunté a Mika, mirando el sobre y luego puse mis ojos en él—, me dieron uno morado, jamás me habían dado un preservativo al entrar a una fiesta.

En ese momento él se sacó del bolsillo un sobre verde, era como el morado mío, pero de color verde; arqueó una ceja y yo me reí sin poder evitarlo.

—A mí también me han dado uno.

—Es una locura, es como si dijeran: adelante, pueden tener sexo, pero no salgan embarazados en mi fiesta. Disfruten y diviértanse, pero con precaución y cautela —pronuncié riendo.

Mika soltó a reír.

—¡Nía! —Shay exclama, llegando junto a mi casillero y yo dejo ir el recuerdo, pestañeando para borrar todo rastro de sueño, pero es imposible.

En verdad quiero mi cama...

Pestañeo y en tres segundos ya no está solo ella a mi lado, sino que Dione también está llegando acompañada por Robín que luce tan relajado y confiado como siempre.

—¿Hola? ¿Nía? —la morena pasa una mano frente a mi rostro. Tardo un momento en reaccionar.

—El sueño me pone medio lenta e idiota —resoplo, deslizando mi mirada hacia ella.

La campana escolar suena y suelto un bufido-quejido porque no quiero entrar a economía, quiero dormir mil horas y dejar de lado mis responsabilidades como chica adolescente que tiene que forjar el futuro exitoso que quiere tener, aunque al final no vaya a terminar siendo ese que soñaba de niña hasta hace poco, cambiando todos mis planes de vida de forma drástica.

—¿Nía, vamos? —me pregunta Robín.

—No hay más opción —respondo, torciendo una mueca y cierro mi casillero dándole una mirada a Shay—, nos vemos a tercera hora.

—Está bien —dice y toma del brazo a Dione.

Comienzo a caminar a la par de Robín hacia las escaleras, donde la ola de estudiantes sigue la marea de subir como avalancha hasta el aula de clases que le corresponde.

—Y...—arrastra él, aclarando su garganta y volteo a verle—, ¿Keogh y tu están saliendo o algo?

No me causa sorpresa su pregunta, en la que detecto un poco de interés en su tono de voz bastante suelto y tranquilo.

—No... —murmuro, subiendo las escaleras a su lado.

Robín arquea una ceja.

—¿No?

—No, bueno, no sé —hago una mueca, sin saber realmente que responder.

¿Qué sí? ¿Qué no? ¿Mika y yo somos amigos? ¿Somos más que eso? ¿Qué sucede? ¿Qué somos? ¿Hay que entrar en detalle?

—¿No sabes? —se intriga el pelinegro.

—No, no sé.

—¿Eso significa que todavía sigue en pie el plan de ir conmigo a la obra musical del Grinch este viernes por la noche?

Al borde de la genialidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora