Lágrimas.

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Le lloré.
Le lloré como nunca, y ahora, como siempre.
Fue incluso peor que nada, y es que, no creí que fuese cierto aquello de llorar sin lágrimas.

No, no. No podía ser cierto...
No hasta que pasé por ello. No hasta que justo en ese instante tuve que fingir que todo estaría bien, que no importaba si era el fin, que yo, lo comprendía...

¡Já! ¡Vaya gran actuación la mía!
Porque es cierto, no era así. Mi corazón no lograba comprender las razones que tenía mi mente para estar de acuerdo con tal decisión. Con aquella decisión que sonaba tan simple pero a la vez tan complicada.

¡Maldita sea! ¿Por qué? ¿Por qué no escuché a mi corazón? ¿Por qué no escuché a ese corazón que estaba dispuesto a luchar contra todo lo que se aproximara? ¿Por qué me rendí si ahora no hay día en el que no me arrepienta por ello? ¿Por qué?

¡Vaya tonta que soy!

Más que palabras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora