Tipo: x Lectora ([Tn])
Narración: Tercera persona
Temática: Maltrato, Ligero RomanceLágrimas
Mikoto SuohLas lágrimas se derramaban de sus ojos sin descanso, empapando sus mejillas y nublando su visión.
Sin tener un rumbo fijo, [Tn] deambulaba por las calles de Shizume erráticamente. Sus pies se movían por inercia. Lo único que sabía, era que necesitaba alejarse lo máximo posible de él para que no pudiese volver a hacerle daño.
Se sentía estúpida por haber ignorado las advertencias de sus amigos, que en tantas ocasiones habían intentado avisarle. Solo querían ayudar, pero por aquel entonces ella estaba ciega. Era incapaz de notar que el hombre que tenía a su lado no le hacía ningún bien.
Al final, sus amigos tenían razón. Ahora lo veía claro. Para él, no era más que un trozo de carne, un juguete, algo que consideraba parte de su propiedad.
Él no la quería y nunca lo había hecho. Toda su relación había sido una gran mentira, llena de reclamos y amenazas.
«¡Eres una maldita zorra!»
«¡Te he visto mirarle! Te pone, ¿no? Las guarras como tú no tienen suficiente con un solo tío»
Estaba tan acostumbrada a esas falsas acusaciones por su parte, que con el tiempo había dejado de intentar defenderse de ellas. Cada vez que se enfadaba o surgían sus celos enfermizos, ella se quedaba callada, esperando a que la tormenta terminara.
Y a pesar de todo, le amaba. Parte de ella había llegado a creer que era culpa suya. Tal vez si no hubiese salido al centro comercial con sus amigas o si no hubiese avisado a aquel chico tan guapo de que se le había caído la cartera... Tal vez, el problema era ella.
Por eso, a pesar de que siempre le estaba echando cosas en cara, había permanecido a su lado, fingiendo que todo iba bien entre ellos.
Al fin y al cabo, ¿qué pareja no discute de vez en cuando?
Eran pequeños malentendidos que podrían solucionar si ambos se esforzaban.
«¡¿Crees que soy tonto?! ¡¿Un amigo?! ¡Ja! ¡Seguro que te lo estabas follando!»
Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
El cielo parecía haberse sincronizado con su estado de ánimo y pequeños copos de nieve habían empezado a caer sobre su piel.
¿Cómo habían llegado a este punto?
Nunca le había dado motivos para que pensase así de ella o, al menos, no se le ocurría ninguna ocasión. Jamás habría estado con otro hombre a sus espaldas. Puede que no fuese la mejor mujer del mundo, pero —a diferencia de él— nunca le había sido infiel.
Le quería con locura, pero hoy había sido la gota que colmaba el vaso. La situación se había vuelto insostenible.
No podía aguantar más.
Esta vez, no iba a volver a su lado.
Se marcharía lejos sin mirar atrás y se aseguraría de que sus caminos no se volvieran a cruzar de nuevo.
Una cosa era que fuese celoso e incluso un tanto posesivo, y otra, muy distinta, que le pusiera la mano encima sin motivo alguno. Y encima, había tenido la poca decencia de decirle que había sido culpa por contestarle.
Lo que más le dolía, era no haber hecho caso a las advertencias de sus amigos. Ellos habían sabido de antemano cómo iba a acabar, pero ella no había querido verlo. Siempre justificaba las palabras hirientes y abusivas como fruto de la frustración y la inseguridad que le habían causado relaciones pasadas.