Atada a tí: capítulo 3

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-El señor se está vistiendo adecuadamente en base a la experiencia que van a realizar. Túmbese delante de la fila de cojines. Cierre los ojos y déjese llevar.

-Gracias.

-En unos minutos les serviré la cena.

La mujer se marchó dejándome a solas con mis pensamientos.

Me arrodillé en uno de los cojines e intente calmar mi respiración. Joder ¿por qué había accedido a jugar a esto?

Escuché la puerta moverse, esa la camarera asiática. Llevaba una bandeja con una bolsa de seda estampada anudada y un par de velones de colores blancos que deposito cuidadosamente en la mesa encendiéndolos con una cerrilla.

-Hasta que usted no esté tumbada, relajada y con los ojos cerrados el comensal no puede entrar. Es una prueba de confianza. Cierre los ojos y no los abra más hasta que el muchacho se lo pida.

Encendió unas varillas de incienso de aromas florales y se marchó.

"Cuanto antes empieces Amelia, antes acabarás con esta pantomima. Ánimo que tu puedes" Pensé

Me tumbe entre ambas filas de cojines y cerré los ojos.

"Venga Amelia que solo es sushi y nada más. Confía en su palabra." Me centré en la respiración y desconecte del ruido exterior.

-Pase lo que pase no abras los ojos sino romperás la magia del momento.

Era una voz masculina, era Él, era Leandro.

-¿Confías en mi?

-No tengo elección.

-Tenías la elección de no haber venido y dejarme plantado y aquí estas tumbada frente a mí con un hermoso kimono. ¿Confías en mí?

-Sí misterioso desconocido confío en ti.

-¿Seguro Amelia?

-Sí, confío en ti.

-Pase lo que pase, sientas lo que sientas no abras los ojos. ¿Comprendido?

-Sí, lo he comprendido.

El joven busco el obi del kimono.

-¿Pero cuántos nudos le has hecho alma de cántaro?

-No quería despelotarme en mitad del pasillo.

-No, eso déjamelo a mí. Le susurro al oído mientas deshacía el nudo del obi con soltura y a Amelia se le erizaba la piel y su corazón se aceleraba.

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