Mirada que no reconozco

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Debido a su trabajo, Cream acostumbraba llevar cargamento de gran peso. Los paquetes de comida Chao usualmente eran cercanas a los 10 Kg y, debido a ser la única trabajando en el centro, era responsabilidad de la coneja llevarlos por sí misma.

Aún considerando aquello, llevar al chico a su hogar resultó ser algo trabajoso.

El zorro ya no era un niño, y no pesaba como uno pero, con esfuerzo, Cream fue capaz de llevarlo entre sus brazos mientras volaba con sus orejas, con Chocola siguiéndola cerca durante todo el camino.

Ya en su hogar, Cream prendió las luces y posicionó al chico sobre uno de sus sillones. Fue ahí cuando Cream se tomó el tiempo de observarlo en detalle y repasar en su mente lo que acababa de suceder.

Era Tails.

Realmente era él.

Cream cubrió su boca con sus manos aún si creer la imagen frente a ella. Recuerda los meses, años incluso, en los que ella y los demás buscaron al zorro por todas partes, perdiendo la esperanza día a día. 

Al igual que los demás, ella terminó por pensar que el muchacho había fallecido y que, por ello, fue imposible encontrarlo. Él único que se negó a si quiera pensar en ello era el señor Knuckles, quien, según Cream conocía, seguía buscando el zorro a pesar de tanto tiempo.

Nuevamente, los ojos marrones se posicionaron sobre el muchacho. Se veía descuidado, como si no hubiera estado bajo techo hace mucho tiempo. Su pelaje dorado estaba sucio con tierra y descuidado, desordenado y demasiado largo. Tenía muchos cortes, la mayoría sobre su pecho y espalda. Aunque ella no era experta, le parecían heridas provocadas por algún tipo de choque, o como si hubiera caído de una gran altura sobre vidrios. Se notaban ojeras bajo su rostro, era claro que el chico había tenido días difíciles y no había dormido apropiadamente, o, tal vez, ni siquiera había dormido.

— Chocola, trae algunas toallas y vendas, yo iré por el botiquín de primeros auxilios.

— ¡Chao!

Las siguientes horas, Cream se dedicó a limpiar las heridas del zorro, quien se removía de vez en cuando debido al ardor del desinfectante pero se mantenía inconsciente. 

Cream tenía tantas preguntas para cuando el chico despertara. ¿Dónde había estado todo este tiempo? ¿Cómo se hizo las heridas? ¿Por qué huyo? ¿Por qué abandonó a todos sus amigos?

Cuando las heridas del zorro estuvieron vendadas, Cream, agotada luego de un día laboral y de tratar a su invitado inesperado, decidió hacerse un té para relajarse un momento, sin embargo, cuando estuvo a punto de irse, una voz masculina que no reconoció habló:

— M-mi cabeza, ¿dónde estoy?

Cream volteó a encarar al dueño de esa voz, sin hacer ningún ruido, sin creer lo que estaba sucediendo.

Tails pestañaba con mucho esfuerzo, como si le pesaran los párpados. Con dificultad, se incorporó en el sillón, de manera de quedar sentado. Llevó una de sus manos a su cabeza, frotándola, haciendo muecas de dolor, y miró a su alrededor con duda hasta encontrarse con la mirada de la coneja.

— ¡¿C-Cream?! —exclamó de pronto el muchacho con una expresión horrorizada.

Ambos chicos se miraban sin creer que el otro estuviera frente a él.

— No lo entiendo —siguió el zorro, parecía perdido en sus pensamientos, su rostro mostrando desconcierto—. No deberías verte tan mayor.   

Cream le miró dolida.

— T-Tails —habló la coneja empuñando sus manos intentando contener sus emociones—, han sido trece años, por supuesto que me veo mayor a como me recuerdas. Teníamos diez y ocho años.

— ¿Trece? Imposible —habló Tails llevando una de sus manos a su mentón en una pose pensativa—, estoy seguro que el tiempo pasa distinto en este mundo y yo sólo he estado fuera...

Tails abrió los ojos, como si hubiera descubierto algo.

Cream, preocupada por su repentino silencio, se acercó.

— ¿Tails?

El zorro la miró, una expresión de falso relajo en su cara, levantando sus manos, quitándole importancia al asunto.

— N-no es nada, Cream, no te preocupes.

La coneja no entendía qué sucedía. Tails parecía demasiado relajado para no haberla visto en trece años, para haber huido. 

¿Era normal su reacción? No tenía punto de comparación con alguna otra situación. Cream estaba confundida, aún en shock. Pero no era momento de esperas.

— Y-yo debo avisarle a los demás que estás aquí —habló la chica para luego voltearse para buscar su comunicador.

— ¡No! —gritó el zorro levantándose de su lugar a gran velocidad.

Cream sintió como la tomaban de la muñeca, evitando que avance hacia su destino. Confundida, giró para encontrarse con la mirada angustiosa del muchacho.

— No puedes decirle a nadie que estoy aquí, ¡por favor! Necesito que nadie se entere.

La coneja miró los ojos azules del chico, sin procesar lo que acababa de oír, perdida en aquellos ojos que pensó jamás volver a ver.

Tails era más alto que ella, su voz grave, su postura diferente. Por su mente cruzó ese pensamiento, que tan desgarradoramente surgió en ella cuando era tan sólo una niña, que Tails no tendría la oportunidad de crecer, de llegar a ser un adulto.

Pero no era así.

Tails estaba frente a ella.

Tails había sobrevivido y estaba ahí, no era un niño, logró crecer.

Logró crecer.

Los sentimientos de todo el último momento parecieron acumularse de pronto, la chica sintió como las lágrimas se acumulaban en sus ojos. 

— ¿Cream? —el muchacho cambió su expresión al ver el rostro de la chica, preocupado, preguntó— ¿Estás bien?  

Pero ella no pudo responder, sólo se acercó lentamente al muchacho y lo abrazó con fuerza, escondiendo su rostro en su pecho blanco y dejando libres a las lágrimas que ahora corrían por su rostro.

El muchacho, quien parecía no entender lo que sucedía, dejó que la chica lo abrazara y, a su vez, correspondió el abrazo algo incómodo al inicio pero luego con más confienza.

— P-pensábamos  que habías muerto —dijo ella entre sollozos—, ¡pensaba que nunca te volvería a ver, qué te habíamos perdido para siempre y sin saber por qué!

Tails la abrazó con más fuerza.

— Hey, todo está bien ¿de acuerdo?

Se separaron uno centímetros, lo suficiente para mirarse el uno al otro. Tails tenía un rostro que reflejaba comprensión y algo de vergüenza.

— Estoy bien, n-no me pasó nada. Aquí estoy.

El nerviosismo en las palabras del zorro no fue notado por la coneja, quien nuevamente abrazó al otro con fuerza.

Sus preguntas podían esperar, su mente no podía pensar en otra cosa que su amigo de la infancia estaba de vuelta.

Vivo, sano y salvo.

-.-.-.-

Spoiler: Hay explicación para todo pero va a ser muy extraña creo jajaj. 

Si alguien leyó el capítulo hasta aquí, muchas gracias!!

Nos leemos en la siguiente actualización!


Ilusión del Pasado | TaireamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora