Uno 💖

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Sasuke se preguntaba si ella lo miraría a los ojos y le suplicaría. O si evitaría su mirada, puesto que la última vez que lo había mirado a los ojos había terminado
rodeándolo por la cintura con las piernas y entregándose a él.

Sasuke extendió el informe por el escritorio de caoba y apretó los labios. No, lo dudaba. «Renuencia» no era una palabra que pudiera asociarse con Sakura Haruno. Apoyándose en el respaldo de la silla de piel, vio el nombre de ella entre las citas que figuraban en su agenda electrónica.

Un mes antes, su secretaria personal
había ido a preguntarle si estaría dispuesto a recibirla y, al instante, él había imaginado qué era lo que quería. Sabía que sólo algo como eso habría hecho que ella regresara a Konoha.

Pero no habría hecho falta que ella se hubiera molestado haciendo el viaje. Su manera de exponerle el caso no marcaría diferencias. Le sorprendía que ella creyera que él estaría dispuesto a ayudarla.

Pero claro, ella nunca se imaginaba que las cosas pudieran salir de manera diferente a como ella se
las planteaba. Y él dudaba que después de seis años hubiera cambiado. Él sí había
cambiado.

La que en su día fue una camarera sensual con mirada de acuéstate conmigo, ya no suponía un peligro. Esta vez él sabía que ella era una bruja.
—La señorita Haruno ha llegado ya, señor Uchiha —le dijo la recepcionista por el intercomunicador.

Sasuke se puso en pie, preparándose para saborear la venganza.
–Hágala pasar.
«Nada ha cambiado», pensó Sakura mientras respiraba hondo y se sentaba en el sofá que le indicaba la esbelta pelirroja, el último obstáculo que se interponía entre ella y el despacho de Sasuke.

Quizá su imperio había crecido, pero el escenario era el mismo. Los empleados pululaban a su alrededor y todas las mujeres se
desplazaban en su dirección como flores atraídas por el sol.

Sakura se estremeció y trató de relajarse. Parte de su tensión se debía al hecho de haber estado sentada mucho rato durante el viaje en avión que había hecho a lo
largo de la noche. Miró a su alrededor y comprobó que aquel ambiente ya no le resultaba familiar. ¿De veras había formado parte de aquello?

Sospechaba que sólo
era otra falsa ilusión. No tenía sentido preguntárselo. Después de todos aquellos años, dudaba de que él recordara su nombre.

Pero luego recordó que Sasuke Uchiha no permitía que su secretaria concediera una cita sin que él averiguara primero de
quién se trataba.

Así que era evidente que la recordaba y por eso había aceptado
recibirla. Eso significaba que... ¿Qué significaba? Que el pasado no significaba nada para él, y que el negocio era su prioridad.

«Y el negocio es lo único que importa ahora», se amonestó ella en silencio. «Ya es hora de que empieces a pensar de la misma manera». El hecho de que él hubiera aceptado recibirla significaba que al
menos existía una posibilidad de que él estuviera dispuesto a ayudarla.

Sakura miró el reloj por tercera vez. Aquello tenía que funcionar. Observó que la mujer pelirroja hablaba por el intercomunicador y, sintiéndose insegura, se retiró del rostro un mechón de su cabello rosa y se lo sujetó con una horquilla. no tenía
presupuesto suficiente para acudir a la peluquería, así que tenía que conformarse
con aquel peinado.

—El señor Uchiha la recibirá ahora —la mujer habló como si le estuviera otorgando un trato inmerecido, y la guió hasta la puerta del despacho.

Sakura se alisó la falda del traje rojo. Tenía el corazón acelerado. Había pasado seis años convencida de que no tendría que volver a Sasuke jamás y, sin embargo, había
tenido que ir a buscarlo.

Pero ¿qué elección tenía? Durante el último año había recurrido a todos los bancos y posibles inversores, pero nadie le había dejado ni un
céntimo. Al principio, lo consideraba preocupante, pero empezaba a ser
desesperante.

No tenía más elección, porque no podía dejar que el restaurante de
su familia cayera en bancarrota ante sus ojos.

No sólo porque sentía que, como hija, era su deber evitar que eso sucediera, sino también porque adoraba el negocio.

Tanto que estaba convencida de que aunque hubiera nacido en otra familia, también se habría sentido atraída por el placer de ver cómo otras personas disfrutaban de una buena comida alrededor de una mesa.

Tal y como había hecho
la gente en Matteson’s. Por eso, no le quedaba más remedio que entrar en aquel enorme despacho con toda la seguridad que pudiera aparentar.

Sasuke no dijo nada al verla y Sakura se sintió agradecida. Aunque sólo lo había mirado durante un instante, había sido suficiente para quedarse sin habla.

Se había preparado para enfrentarse al antiguo Sasuke, pero no había contado con que el
tiempo lo habría cambiado.

Había mejorado con los años. Su cabello oscuro parecía más espeso, la forma de su mentón más marcada, y la curva de su labio inferior mucho más sensual.

Pero lo que más había cambiado eran sus ojos oscuros que, rodeados de una suave tez color oscuro, habían adquirido una mirada más penetrante, dominante...

Heladora. Sasuke seguía siendo el hombre más sexy que había conocido nunca.
—¿A qué se debe este inesperado placer, señorita Haruno? Sólo puedo imaginarlo.

Ella levantó el rostro y él hizo un gesto para que se sentara en una de las butacas de piel que rodeaban el escritorio.

Ella se sentó en el borde de una butaca y deseó
que él hubiera permanecido en silencio, ya que su voz le había producido un efecto
inesperado, provocando que se le acelerara el pulso y que la sangre circulara más deprisa por sus venas.

–Hola, Sasuke
–¿Vas a tutearme, Sakura? no tendrías que haber concertado una cita con mi secretaria personal si, después de todo, ésto va a ser una llamada personal.

Sakura sospechaba que toda aquella locura le habría resultado más fácil si hubiera hablado con Sasuke por teléfono.

Sin embargo, suponía que podía ser más
convincente si hablaba con él cara a cara, pero no había contado con el efecto que su presencia física tendría sobre ella.

Amante Mía  ~SasuSaku ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora