Epílogo

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Camino lentamente con la arena acariciando mis pies y la brisa revoloteando mi cabello. Suelto un gritito cuando el agua saldada y helada empapa mis pies. Me alejo con rapidez de su toque. Quizás venir en invierno no fue mi mejor idea.

Definitivamente, no fue la mejor.

Escucho una risa a lo lejos y eso me hace sonreír involuntariamente. Me giro para verlo caminar hacia mí y me envuelve en sus brazos cuando llega a mi lado.

—Te dije que era una mala idea venir en invierno.

—Solo hace un poco de frío.

—¿Un poco? Hay menos tres grados.

—Detalles —se ríe con fuerza. Puedo asegurar que ese es mi sonido favorito.

Lo observo y todavía se me hace imposible que pueda llamarlo...


Cuento las flores y solo hay cinco. Falta una.

Una por cada año.

—Fueron cinco —le informo, apenas entra en la habitación.

—¿Qué?

—Fueron cinco flores que me regalaste. Estuve seis años lejos de aquí.

—Eso es cierto.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué?

—¿Dónde está mi otra flor? —se ríe y le frunzo el ceño.

—Quería hacerlo y entregártela después —se ve un poco nervioso—. En la cena.

—La quiero ahora —estiro mis manos hacia él. Asiente y camina despacio hacia uno de los muebles antes de abrirlo.

Esconde sus manos detrás de su espalda, mientras camina hacia mí despacio, sin dejarme ver qué tipo de flor es la faltante.

—Cierra los ojos —me pide.

—¿Por qué tanto misterio?

—Hazlo —hago lo que pide y siento algo fino y delgado en una de mis manos—. Ábrelos.

Primero lo observo a él y luego a la flor qué yace en mi mano.

Una rosa roja artificial.

—La rosa significa amor y deseo. Y eso es justo lo que siento por ti, Shelley —lo escucho hablar. No puedo quitar mi vista de la rosa que llama mi atención.

Pero la rosa no es lo que capta mi atención, sino que la base de la misma. Ya que es una pequeña caja con la forma de una rosa.

Mi respiración se vuelve irregular y creo que mis manos sudan.

—Ábrela, Shelley.

Con manos temblorosas, la abro y mis ojos se llenan de lágrimas. Rubén saca el contenido antes de arrodillarse.


—¿En qué estás pensado?

—Todavía me cuesta imaginar que eres mi esposo.

—Bueno, cariño, ya son dos años de matrimonio.

Cabe decir que con Rubén nos saltamos la parte de novios, ya que nos casamos tres meses después de que salí de la clínica. Y puedo asegurar que fue una de mis mejores decisiones.

—¿Rubén?

—¿Si, cariño?

—¿Qué hubiera pasado si te hubiera dicho que no? —lo escucho suspirar y le doy mi atención—. ¿Te abrías rendido? 

Siempre has sido tú [#2] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora